Ciudad del Vaticano, (Notimex).- El Papa Francisco abogó hoy por una Iglesia católica alejada del poder, de la imagen y el dinero, que sea humilde, desinteresada, que ayude a los pobres y que sea capaz de dialogar con todos para construir el bien común.
El único modo de hablar del humanismo es mirar el rostro de los "humillados, esclavizados, vaciados", dijo en su mensaje, calificado por los observadores como "programático".
El Papa hizo estas reflexiones en un largo discurso pronunciado a los participantes en un congreso de católicos italianos, reunidos en la catedral de la céntrica ciudad de Florencia, en la región de La Toscana.
"La obsesión de preservar la propia gloria, la propia dignidad, la propia influencia no debe formar parte de nuestros sentimientos. Debemos perseguir la gloria de Dios, y esta no coincide con la nuestra", indicó.
"No debemos estar obsesionados por el poder, incluso cuando este adquiere el rostro de un poder útil y funcional a la imagen social de la Iglesia. Si la Iglesia no asume los sentimientos de Jesús, se desorienta, pierde el sentido", apuntó.
Insistió que una Iglesia que piensa en sí misma y en los propios intereses siempre será triste.
El Pontífice advirtió contra dos tipos de tentaciones: una la llamó "pelagiana" y precisó que lleva a tener confianza excesiva en las estructuras, en las organizaciones, en las planificaciones perfectas porque son abstractas.
Sostuvo que esa actitud lleva a asumir un estilo de control, de dureza, de normatividad y a tener la seguridad de sentirse superior.
"Frente a los males o a los problemas de la Iglesia es inútil buscar soluciones en conservadurismos o fundamentalismos, en la restauración de conductas y formas superadas que ni siquiera culturalmente tienen capacidad de ser significativas", abundó.
"La doctrina cristiana no es un sistema cerrado incapaz de generar preguntas, dudas, interrogantes, sino que está viva, sabe inquietar y animar. Tiene un rostro no rígido, tiene un cuerpo que se mueve y se desarrolla, tiene carne tierna: se llama Jesucristo", continuó.
Explicó que la reforma de la Iglesia católica no depende de un plan para cambiar estructuras, sino de su capacidad de arriesgarse, de estar abierta a los desafíos del presente y nunca a la defensiva por temor de perder algo.
Identificó la segunda tentación en "el gnosticismo", que postula una seguridad basada en el razonamiento lógico y claro, pero que "pierde la ternura de la carne del hermano".
A los obispos les pidió "ser pastores y nada más", que "nada ni nadie les quite la alegría de ser sostenidos por su pueblo", que no prediquen complejas doctrinas y que apuesten por lo esencial.
Les instó al diálogo y al encuentro, a discutir para encontrar en las mejores soluciones para todos. "No debemos tener miedo del diálogo, es más, justamente la confrontación y la crítica son lo que nos ayuda a preservar la transformación de la teología en ideología", dijo.
"La mejor manera para dialogar no es la de hablar y discutir, sino la de hacer algo juntos, construir juntos, hacer proyectos: no solo entre católicos, sino junto con todos los que tengan buena voluntad", ponderó
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