¡A PURO PLOMAZO!

Un tiro en la frente y otro en el pómulo bastaron para arrebatarle la existencia a un joven

Raúl Ma­cías

Con un ba­la­zo en la fren­te y otro en el pó­mu­lo iz­quier­do y re­car­ga­do en la puer­ta de la vi­vien­da mar­ca­da man­za­na 6, lo­te 18, se en­con­tró el cuer­po sin vi­da de una per­so­na de apro­xi­ma­da­men­te 20 años de edad, pe­ro los ve­ci­nos ase­gu­ra­ron no ha­ber es­cu­cha­do nin­gún rui­do más que los dis­pa­ros de ar­ma de fue­go, y al sa­lir se to­pa­ron con el ca­dá­ver del jo­ven, aun­que ase­gu­ran no ha­ber vis­to al agre­sor.

Se des­co­no­ce si es que es­te jo­ven iba sa­lien­do o lle­gan­do a la vi­vien­da en la se­gun­da ce­rra­da del Imán, en la Co­lo­nia Pe­dre­gal de La Zo­rra, en la De­le­ga­ción Co­yoa­cán, pe­ro ya se to­man de­cla­ra­cio­nes a fa­mi­lia­res y ami­gos, es­to con el ob­je­ti­vo de po­der co­no­cer las po­si­bles cau­sas que ori­lla­ron al su­je­to o su­je­tos que lo pri­va­ron de la vi­da y lo­gra­ron huir del lu­gar.

En el si­tio de los he­chos no fue­ron re­ve­la­dos los da­tos de la víc­ti­ma, así co­mo tam­po­co si al­gu­no e los ve­ci­nos al­can­zó a ver a quien dis­pa­ró el ar­ma de fue­go, por lo que se ana­li­za si es que cer­ca de esa di­rec­ción exis­te al­gu­na cá­ma­ra de vi­gi­lan­cia, ya sea de una ca­sa, ne­go­cio, o del go­bier­no de la Ciu­dad de Mé­xi­co, y de es­te mo­do ana­li­zar si se ve a al­guien sa­lien­do apre­su­ra­da­men­te del re­fe­ri­do do­mi­ci­lio.

Ele­men­tos de la po­li­cía ca­pi­ta­li­na se pre­sen­ta­ron en el si­tio y lo pri­me­ro que hi­cie­ron fue co­lo­car un va­so de­se­cha­bles so­bre un cas­qui­llo per­cu­ti­do, que se en­con­tra­ba a unos cen­tí­me­tros de la pier­na del aho­ra oc­ci­so, pe­ro al jo­ven se le apre­cia­ban dos im­pac­tos de ba­la: uno en la fren­te y el otro en el pó­mu­lo, lo que fue con­fir­ma­do por los pa­ra­mé­di­cos que acu­die­ron al lla­ma­do de los ve­ci­nos.

To­do pa­re­ce in­di­car que se tra­tó de una agre­sión di­rec­ta, por­que fue des­car­ta­do el ro­bo, to­da vez que el mu­cha­cho con­ta­ba con sus per­te­nen­cias. Sin em­bar­go, se­rán las de­cla­ra­cio­nes de sus fa­mi­lia­res y la de po­si­bles tes­ti­gos ocu­la­res, las que pue­dan ayu­dar a los ele­men­tos de la Po­li­cía de In­ves­ti­ga­ción a es­ta­ble­cer el mó­vil del cri­men, así co­mo co­no­cer a quién o quié­nes lo co­me­tie­ron
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