Ciudad del Vaticano. (Notimex).- El Papa Francisco recibió el Año Nuevo alzando su voz contra las guerras y los conflictos del mundo tras contar una anécdota personal por la cual clamó: "¿Qué pasa en el corazón de la Humanidad? ¡Es hora de frenar la violencia!".
Al mediodía de hoy miércoles el Pontífice se asomó a la ventana de su estudio en el Palacio Apostólico del Vaticano y pronunció su primera oración mariana del Angelus en el año, ante una Plaza de San Pedro abarrotada por más de 80,000 fieles.
"Ayer recibí una carta de un señor, quizás uno de ustedes, que poniéndome en conocimiento de una tragedia familiar enumeraba tantas tragedias que existen hoy en el mundo. Me preguntaba, ¿qué sucede en el corazón del hombre? Y terminaba: ¡Es hora de frenarse!", relató improvisando.
"Yo también creo que es hora de frenarse en el camino de la violencia. Hago mías las palabras de este señor: ¿Qué sucede en el corazón del hombre, en el corazón de la Humanidad? ¡Es hora de frenarse!", exclamó.
Su mensaje inició con un deseo "de paz y de todo bien", pero aclaró que el suyo es un deseo cristiano y no está ligado al sentido "un poco mágico, un poco fatalista" de un nuevo ciclo que inicia.
Porque -dijo- la historia tiene un centro: Jesucristo, encarnado, muerto y resucitado; y tiene un final: el reino de Dios, reino de paz, de justicia, de libertad en el amor.
Recordó que este 1o. de enero la Iglesia celebra la Jornada Mundial de la Paz. Se dijo convencido que todos los seres humanos son "hijos de un único padre celeste", parte "de la misma familia y comparten un destino común".
De ahí, añadió, deriva para cada uno la responsabilidad de obrar para que el mundo sea una comunidad de hermanos que se respeten, se acepten en su diversidad y se cuiden los unos a los otros.
Insistió que todos están llamados a darse cuenta de las violencias y las injusticias presentes en tantas partes del mundo y que no pueden dejar indiferentes e inmóviles: "Urge el empeño de todos para construir una sociedad verdaderamente más justa y solidaria", apuntó.
"En este primer día del año, el señor nos ayude a encaminarnos todos con más decisión en la senda de la justicia y de la paz, el espíritu santo actúe en los corazones, derrita las cerrazones y las durezas y nos conceda enternecernos ante las debilidades del Niño Jesús. La paz, de hecho, exige la fuerza de la Humildad, la fuerza no violenta de la verdad y del amor", afirmó.
Entonces volvió a improvisar: "¡Pero comencemos en casa! Hacer realidad la justicia y la paz en casa, comencemos por ahí y sigamos adelante, con el resto de la Humanidad, pero debemos comenzar en casa".
Confió a la Virgen que extienda el "grito de paz" de las poblaciones "oprimidas por la guerra y la violencia", para que el diálogo y la reconciliación prevalezcan sobre las tentaciones de venganza, de prepotencia y de corrupción.
Imploró que el "Evangelio de la fraternidad" pueda hablar a cada conciencia, abatir los muros que impiden a los enemigos de reconocerse como hermanos.
A María el Papa dedicó la homilía que pronunció esta mañana en la Basílica de San Pedro, durante la misa con la cual recibió el año. En ella aseguró que la esperanza cristiana "no es ilusoria", ni está "basada en frágiles promesas humanas" o es una "esperanza ingenua, que imagina un futuro mejor sólo porque es futuro".
Es una esperanza motivada en la bendición y la protección de Dios, precisó.
"La madre del Redentor nos precede y continuamente nos confirma en la fe. Con su ejemplo de humildad y de disponibilidad a la voluntad de Dios nos ayuda a traducir nuestra fe en un anuncio del Evangelio alegre y sin fronteras. De este modo nuestra misión será fecunda, porque está modelada sobre la maternidad de María", señaló.
"A ella confiamos nuestro itinerario de fe, los deseos de nuestro corazón, nuestras necesidades, las del mundo entero, especialmente el hambre y la sed de justicia y de paz; y la invocamos todos juntos: ¡Santa Madre de Dios!", dijo.
Con esa misma frase Francisco concluyó su discurso por el Angelus, después de la misa. Invitó a todos a saludar a la Virgen y a repetir tres: "¡Santa madre de Dios!". Un ejercicio al que se sumó la multitud en un solo grito. Así el Papa se despidió con un: "Buen domingo, buen inicio de año, buen apetito y hasta luego".
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Al mediodía de hoy miércoles el Pontífice se asomó a la ventana de su estudio en el Palacio Apostólico del Vaticano y pronunció su primera oración mariana del Angelus en el año, ante una Plaza de San Pedro abarrotada por más de 80,000 fieles.
"Ayer recibí una carta de un señor, quizás uno de ustedes, que poniéndome en conocimiento de una tragedia familiar enumeraba tantas tragedias que existen hoy en el mundo. Me preguntaba, ¿qué sucede en el corazón del hombre? Y terminaba: ¡Es hora de frenarse!", relató improvisando.
"Yo también creo que es hora de frenarse en el camino de la violencia. Hago mías las palabras de este señor: ¿Qué sucede en el corazón del hombre, en el corazón de la Humanidad? ¡Es hora de frenarse!", exclamó.
Su mensaje inició con un deseo "de paz y de todo bien", pero aclaró que el suyo es un deseo cristiano y no está ligado al sentido "un poco mágico, un poco fatalista" de un nuevo ciclo que inicia.
Porque -dijo- la historia tiene un centro: Jesucristo, encarnado, muerto y resucitado; y tiene un final: el reino de Dios, reino de paz, de justicia, de libertad en el amor.
Recordó que este 1o. de enero la Iglesia celebra la Jornada Mundial de la Paz. Se dijo convencido que todos los seres humanos son "hijos de un único padre celeste", parte "de la misma familia y comparten un destino común".
De ahí, añadió, deriva para cada uno la responsabilidad de obrar para que el mundo sea una comunidad de hermanos que se respeten, se acepten en su diversidad y se cuiden los unos a los otros.
Insistió que todos están llamados a darse cuenta de las violencias y las injusticias presentes en tantas partes del mundo y que no pueden dejar indiferentes e inmóviles: "Urge el empeño de todos para construir una sociedad verdaderamente más justa y solidaria", apuntó.
"En este primer día del año, el señor nos ayude a encaminarnos todos con más decisión en la senda de la justicia y de la paz, el espíritu santo actúe en los corazones, derrita las cerrazones y las durezas y nos conceda enternecernos ante las debilidades del Niño Jesús. La paz, de hecho, exige la fuerza de la Humildad, la fuerza no violenta de la verdad y del amor", afirmó.
Entonces volvió a improvisar: "¡Pero comencemos en casa! Hacer realidad la justicia y la paz en casa, comencemos por ahí y sigamos adelante, con el resto de la Humanidad, pero debemos comenzar en casa".
Confió a la Virgen que extienda el "grito de paz" de las poblaciones "oprimidas por la guerra y la violencia", para que el diálogo y la reconciliación prevalezcan sobre las tentaciones de venganza, de prepotencia y de corrupción.
Imploró que el "Evangelio de la fraternidad" pueda hablar a cada conciencia, abatir los muros que impiden a los enemigos de reconocerse como hermanos.
A María el Papa dedicó la homilía que pronunció esta mañana en la Basílica de San Pedro, durante la misa con la cual recibió el año. En ella aseguró que la esperanza cristiana "no es ilusoria", ni está "basada en frágiles promesas humanas" o es una "esperanza ingenua, que imagina un futuro mejor sólo porque es futuro".
Es una esperanza motivada en la bendición y la protección de Dios, precisó.
"La madre del Redentor nos precede y continuamente nos confirma en la fe. Con su ejemplo de humildad y de disponibilidad a la voluntad de Dios nos ayuda a traducir nuestra fe en un anuncio del Evangelio alegre y sin fronteras. De este modo nuestra misión será fecunda, porque está modelada sobre la maternidad de María", señaló.
"A ella confiamos nuestro itinerario de fe, los deseos de nuestro corazón, nuestras necesidades, las del mundo entero, especialmente el hambre y la sed de justicia y de paz; y la invocamos todos juntos: ¡Santa Madre de Dios!", dijo.
Con esa misma frase Francisco concluyó su discurso por el Angelus, después de la misa. Invitó a todos a saludar a la Virgen y a repetir tres: "¡Santa madre de Dios!". Un ejercicio al que se sumó la multitud en un solo grito. Así el Papa se despidió con un: "Buen domingo, buen inicio de año, buen apetito y hasta luego".
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