Patricia Carrasco
El niño migrante es la cara visible del fracaso de los sistemas políticos fallidos y de sociedades indiferentes que los ven como estorbos fácilmente prescindibles, objetos de trueque, monedas de cambio para ser ultrajados y humillados hasta perder toda esperanza, aseguró la Arquidiócesis Primada de México, al resaltar que a diario 53 niños son asegurados por las autoridades migratorias del país.
Por lo que México, debe sensibilizarse como sociedad para brindar sin reservas su solidaridad con los miles de niños migrantes que en su tránsito quedan a merced del crimen organizado, recalcó.
Mientras tanto, el nefasto gobierno de Barack Obama endurece su política migratoria deportando a casi 500,000 personas anualmente, entre las que están los padres y madres divididos por el nuevo muro de odio y de injusticias, desintegrando familias enteras.
En el editorial: "Niños migrantes, llamado urgente", publicado en el semanario católico "Desde la fe", comentó que "ante esta emergencia humana, se necesitan nuevas reformas incluyentes que hagan posible reconocer a estos niños y niñas bajo la calidad de asilados políticos, protegiéndolos jurídicamente de los actos delincuenciales".
Pero la Iglesia capitalina alertó que es también un llamado a las autoridades mexicanas para ver su actividad como auténtica vocación respetuosa de los derechos humanos y proteger, con toda la fuerza del Estado, los intereses superiores de la niñez conforme a lo establecido en la Constitución y los Tratados Internacionales.
La arquidiócesis precisó que el éxodo de niños se agudiza cada día, alcanzando los niveles más críticos en la historia de los flujos migratorios.
Diariamente, cincuenta y tres niños son asegurados por las autoridades en su paso por este país, menores en soledad aventurándose en uno de los viajes más peligrosos e inhumanos, víctimas no sólo de arteros y crueles delitos, sino también del egoísmo político y cerrazones legislativas, que impiden reformas urgentes en Estados Unidos, una nación cuyo pilar fundacional es la migración misma.
De ahí que, resaltó, el problema compromete la seguridad del país vecino y pone en peligro el porvenir entero de América Central y del Norte.
Asimismo, subrayó, "hemos sido testigos del odio cuando ciudadanos estadounidenses los maldicen haciéndolos parias, agentes de contaminación y de enfermedades, enfrentando actos inconcebibles de xenofobia, culpabilizándolos sin fundamento legal para ser deportados y abandonados a su suerte.
En 2010, el Censo de Población y Vivienda del INEGI señaló que en México vivían casi 700,000 niños y niñas ciudadanos estadounidenses, cuyos padres mexicanos no pueden entrar a Estados Unidos.
El panorama se complica cuando miles de menores centroamericanos cruzan un territorio francamente hostil donde lo menos importante es su interés superior, huyendo de la violencia para ser víctimas de más violencia propinada por delincuentes y bandas del crimen organizado, y maltratados por la corrupción de las autoridades y cuerpos policiales.
El gobierno de Estados Unidos ha demostrado su crueldad e incapacidad para responder a la crisis humanitaria, que sin duda ha rebasado todo su poder.
Ahora la responsabilidad recae en la sociedad civil, mientras que las iglesias se convierten en protagonistas al realizar acciones heroicas para paliar las consecuencias del lamentable fenómeno.
El llamado es urgente. Los responsables del gobierno estadounidense deben emprender reformas audaces y humanitarias para reconocer que los migrantes están ahí, son parte importante de su economía y han sido forjadores de la grandeza de Estados Unidos.
El niño migrante es la cara visible del fracaso de los sistemas políticos fallidos y de sociedades indiferentes que los ven como estorbos fácilmente prescindibles, objetos de trueque, monedas de cambio para ser ultrajados y humillados hasta perder toda esperanza, aseguró la Arquidiócesis Primada de México, al resaltar que a diario 53 niños son asegurados por las autoridades migratorias del país.
Por lo que México, debe sensibilizarse como sociedad para brindar sin reservas su solidaridad con los miles de niños migrantes que en su tránsito quedan a merced del crimen organizado, recalcó.
Mientras tanto, el nefasto gobierno de Barack Obama endurece su política migratoria deportando a casi 500,000 personas anualmente, entre las que están los padres y madres divididos por el nuevo muro de odio y de injusticias, desintegrando familias enteras.
En el editorial: "Niños migrantes, llamado urgente", publicado en el semanario católico "Desde la fe", comentó que "ante esta emergencia humana, se necesitan nuevas reformas incluyentes que hagan posible reconocer a estos niños y niñas bajo la calidad de asilados políticos, protegiéndolos jurídicamente de los actos delincuenciales".
Pero la Iglesia capitalina alertó que es también un llamado a las autoridades mexicanas para ver su actividad como auténtica vocación respetuosa de los derechos humanos y proteger, con toda la fuerza del Estado, los intereses superiores de la niñez conforme a lo establecido en la Constitución y los Tratados Internacionales.
La arquidiócesis precisó que el éxodo de niños se agudiza cada día, alcanzando los niveles más críticos en la historia de los flujos migratorios.
Diariamente, cincuenta y tres niños son asegurados por las autoridades en su paso por este país, menores en soledad aventurándose en uno de los viajes más peligrosos e inhumanos, víctimas no sólo de arteros y crueles delitos, sino también del egoísmo político y cerrazones legislativas, que impiden reformas urgentes en Estados Unidos, una nación cuyo pilar fundacional es la migración misma.
De ahí que, resaltó, el problema compromete la seguridad del país vecino y pone en peligro el porvenir entero de América Central y del Norte.
Asimismo, subrayó, "hemos sido testigos del odio cuando ciudadanos estadounidenses los maldicen haciéndolos parias, agentes de contaminación y de enfermedades, enfrentando actos inconcebibles de xenofobia, culpabilizándolos sin fundamento legal para ser deportados y abandonados a su suerte.
En 2010, el Censo de Población y Vivienda del INEGI señaló que en México vivían casi 700,000 niños y niñas ciudadanos estadounidenses, cuyos padres mexicanos no pueden entrar a Estados Unidos.
El panorama se complica cuando miles de menores centroamericanos cruzan un territorio francamente hostil donde lo menos importante es su interés superior, huyendo de la violencia para ser víctimas de más violencia propinada por delincuentes y bandas del crimen organizado, y maltratados por la corrupción de las autoridades y cuerpos policiales.
El gobierno de Estados Unidos ha demostrado su crueldad e incapacidad para responder a la crisis humanitaria, que sin duda ha rebasado todo su poder.
Ahora la responsabilidad recae en la sociedad civil, mientras que las iglesias se convierten en protagonistas al realizar acciones heroicas para paliar las consecuencias del lamentable fenómeno.
El llamado es urgente. Los responsables del gobierno estadounidense deben emprender reformas audaces y humanitarias para reconocer que los migrantes están ahí, son parte importante de su economía y han sido forjadores de la grandeza de Estados Unidos.
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