Raúl Macías
Su amor a México y su pueblo hizo que el Papa Francisco saliera de la Nunciatura Apostólica a ver a cientos de personas que se congregaron desde temprano en ese lugar. Cuando los fieles católicos vieron que se abrían las puertas y saliera a caminar el Sumo Pontífice, estallaron de alegría; no daban crédito a lo que sus ojos observaban, y de vuelta a las lágrimas, de felicidad.
Caminó unos pasos el máximo representante de la Iglesia Católica. Tocó unas rosas blancas que le fueron ofrecidas, las bendijo y luego las tomó de las manos una mujer que se las dio con manos temblorosas por la felicidad y emoción de verlo tan cerca; luego se hizo un paso hacia atrás y bajando la cabeza comenzó a orar con los fieles, a quienes les hizo un llamado a perdonar y vivir en unidad con sus semejantes.
"Ya nos tenemos que ir todos a descansar. Vamos en paz y mañana nos volvemos a encontrar. Pero no se olviden mientras van a casa o antes de dormir, mirar a la Virgen (de Guadalupe) recen y recuerden esos rostros de las personas que nos quieren, pero también de las que no nos quieren y a las que nos han hecho daño; por aquellas con las que están enojados, con rabia y celos, para que la Virgen los bendiga. Hasta luego, gracias, adiós, y que Dios les bendiga".
Fueron un par de minutos solamente los que estuvo en contacto con niños, jóvenes y adultos; les recordó la importancia del perdón, y los conminó a re
Ayer en su
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