· Se acaba el año, y canta la lechuza
· Apenas se escucha un clamor triste
Escuchan los truenos; ven los rayos en el horizonte, y no se arrodillan. Ni sudan ni se acongojan.
Claro no son ellos los que sufren los embates del estancamiento económico ni del disparo de la carestía de la vida.
Ellos tienen todo y si no lo tienen lo arrebatan al erario. Pero no sufren y si no sufren ellos no pueden darse cuenta de cuánto sufre la población trabajadora, que tiene para comer hoy, pero no para mañana.
Y así se va pasando la vida del pobre, que nunca puede entrar a la casa del patrón porque no se lo permiten los guardias de la seguridad del señor, y se pasan la vida levantando las migajas del rico Epulón de Los Pinos o de las casas de usura (los bancos), o de los que imponen en este capitalismo salvaje las leyes de la necesidad y del abuso.
Mientras en cualquier barrio de cualquier ciudad del país, puede ser la ciudad de México, la vida transcurre entre la mugre, la podredumbre, los lodazales, los niños que se empachecan con cemento porque no tienen dinero para comprar un carrujo o un sobrecito y los viejos caminan entre el lodo con los pantalones raídos, mugrosos, greñudos, a paso lento, a paso de la vida en movimiento que les prometió Enrique Peña Nieto y no cumplió como nunca cumplen los priístas sus promesas desde que don Lázaro abandonó este mundo.
Y ahí cerca, muy cerca, con sólo cruzar un puente, los jovencitos y otros próceres no tan jovencitos se refocilan con los miles de millones de un presupuesto que les permite vivir como jeques con la condición de que aprueben toda iniciativa de reforma constitucional o de nuevas leyes provenientes del escritorio del poder ejecutivo, muchas de las cuales no sirven para nada, más que para proteger los intereses de las clases dominantes y para apalear a los trabajadores, como es el caso de esa maldita ley educativa o la laboral o inclusive la hacendaria, reformas estructurales que no evitaron que a la economía nacional y junto con ella se la llevara patetas.
Y así terminará el año 2016 y comenzará el año de Hidalgo… (Aunque en este sexenio todo el sexenio fue sexenio de Hidalgo. ¿Verdad amigo de la Contraloría o de la ASF?), el 2017 cuando a ningún político gobernante le importará si Trump expulsa o no a los inmigrantes mexicanos, que se rasquen con sus uñas al regresar a sus pueblitos de origen en Chiapas, en Oaxaca, en Zacatecas, en Guanajuato, en cualquier pinchurrienta ranchería de donde un día salieron rumbo al Sueño americano.
Y todos estarán más dedicados a ver quién es el bueno; quien tiene más posibilidades de ser el candidato del partido, sobre todo del PRI y del PAN, aunque el Morena viene fuerte, para ver si se cuelan a un buen puesto cuando gane la presidencia, que si la gana el PRI será por chanchullo porque a estas alturas ya casi nadie cree en Peña Nieto y menos en Clavillazo (le digo Clavillazo porque se parece al cómico y porque se me olvida su nombre de pila).
Trump pasará a segundo término, que ciertamente sus políticas no afectarán en lo más mínimo las finanzas de Peña Nieto, ni las de Meade Kuribreña, ni las de los Salinistas, ni la de los tolucos, ni la de los hidalguenses. Qué más da que afecten a los mexicanos. Que se jodan. Si ya los jodimos nosotros pues qué más da que los joda el Payaso del Tupe anaranjado.
Que para eso está la clase política (con sus raras aves), para joder a México. Que México es un botín. ¿O no, doctor Duarte de Ochoa? ¿O no, señor Padrés Elías? ¿O no, señor Borge? ¿O no, señor el otro Duarte el de Chihuahua? ¿O no, joven Velasco Cuello? ¿O no, señores de la Conago? ¿O no, señores miembros del gabinete? ¿O no, joven Peña Nieto? ¡Viva México! ¡Víva la camada de nuevos ricos que saldrá el primero de diciembre del 2018!
Y quién salvará a México. Peña ya no lo salvó. Es más. Lo hundió. Lo movió para atrás. No hay nadie que pueda salvarlo. Ni dios padre.
@AFDiario
@analisisafondo
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