Para Francisco Rojas, coordinador del PRI en la Cámara de Diputados, el mensaje de Andrés López es claro: o satisfacen sus demandas para ungirlo a él como el salvador de la patria o tendremos que enfrentar otro sexenio de desacuerdos, inestabilidad política y falta de acuerdos, sobre todo legislativos.
Todo ello, aseguró, a costa de violentar la legalidad y dinamitar a las instituciones, además de pasar por encima de la voluntad de 34 millones de mexicanos que no votaron por "el rayito de la esperanza".
No hay duda, Andrés López vuelve a considerarse el ungido de los Dioses, el que posee la verdad única, porque es divina; el que posee la "información que va a redimir al pueblo que nada más está esperando la llegada del mesías.
Sin embargo, su ira e intolerancia se acrecienta ante autoridades electorales que no satisfacen sus mandatos y escapa de toda lógica a no ser que obedezcan a los supuestos que él señala.
Pero también su impaciencia puede deberse a que no quiere correr riesgos al volverse a presentar como candidato en 2018 frente a las nuevas figuras de la izquierda, que posiblemente ya no le seguirían en su terca insistencia por alcanzar un poder, que dice no desear.
Es trágica y peligrosa su actitud, porque sus constantes ataques al IFE y los que vendrán contra el Tribunal electoral, minan la credibilidad de las instituciones que hemos construido por décadas.
También desacreditan a los tres millones de compatriotas que vigilaron el proceso electoral e insulta a los 34 millones de ciudadanos a los que califica como tontos y corruptos, porque fueron engatusados por los medios y los poderes fácticos y, además, se dejaron comprar por las fuerzas del mal.
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