"Ninguna está sola; todos estamos para ayudarlas", afirma la CEM y propone crear una red de solidaridad para defender su vida, dignidad y derechos humanos, así como mayor acceso a la educación para que sepan defenderse
Patricia Carrasco
La Conferencia del Episcopado Mexicano (CEM) que aglutina a más de 120 obispos del país, pidieron a las mujeres víctimas de violencia física o psicológica denuncien sus casos.
Por el Día Internacional contra la Violencia hacia las Mujeres el Episcopado Mexicano les envió un claro mensaje a todas: "ninguna está sola; todos estamos para ayudarlas".
Por ello se pronunció por formar una red de solidaridad para defender la vida, la dignidad y los derechos humanos y "erradicar así el terrible mal de la violencia contra las mujeres".
Para erradicar la violencia hacia las mujeres, sugirió más educación en todo los ámbitos, desde el personal hasta el familiar y social.
"Hay que valorar la dignidad de todas las mujeres, hablar de ellas y tratarlas con respeto y justicia".
A través de un comunicado, lamentó que otras formas de violencia son: física, sexual, psicológica, moral o patrimonial, y puede manifestarse en humillaciones, burlas, gritos, insultos, amenazas, empujones, golpes, aislar a la mujer o controlar sus salidas, acosarla.
Forzarla a sostener una relación sexual contra su voluntad, discriminarla laboral o salarialmente, condenarla a la pobreza, obligarla a emigrar, imponerle ciertos parámetros de belleza que la presionan a arriesgar su salud y su vida.
Ello, añadió, "hiere a la mujer, pero también lesiona a la familia y a toda la sociedad, pues se acrecienta la falta de respeto a la persona humana, su vida y a sus derechos fundamentales".
Refirió que los efectos de esta violencia son lesiones físicas, miedo, confusión, desilusión, angustia, dolor, impotencia, soledad, odio, rencor, y a veces, hasta sentimiento de culpa, "lo que puede hacer pensar a la mujer que no vale y que no hay esperanza", lo que también lesiona a la familia y a toda la sociedad.
Dijo que aunque la violencia tiene diversas causas, "ésta es una conducta que se aprende en casa y en la vida social, donde muchas veces se reduce a la mujer al rango de 'objeto' ".
En ese trabajo "las mujeres tienen un papel protagónico" y exigir el respeto que se merece, denunciar la violencia y pedir ayuda, ya que no está sola "todos estamos para ayudarla".
Indicó que el beato Juan Pablo II constataba con dolor que, "desgraciadamente el mensaje cristiano sobre la dignidad de la mujer halla oposición en la persistente mentalidad que considera al ser humano no como persona, sino como cosa, como objeto de compraventa, al servicio del interés egoísta y del solo placer".
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Patricia Carrasco
La Conferencia del Episcopado Mexicano (CEM) que aglutina a más de 120 obispos del país, pidieron a las mujeres víctimas de violencia física o psicológica denuncien sus casos.
Por el Día Internacional contra la Violencia hacia las Mujeres el Episcopado Mexicano les envió un claro mensaje a todas: "ninguna está sola; todos estamos para ayudarlas".
Por ello se pronunció por formar una red de solidaridad para defender la vida, la dignidad y los derechos humanos y "erradicar así el terrible mal de la violencia contra las mujeres".
Para erradicar la violencia hacia las mujeres, sugirió más educación en todo los ámbitos, desde el personal hasta el familiar y social.
"Hay que valorar la dignidad de todas las mujeres, hablar de ellas y tratarlas con respeto y justicia".
A través de un comunicado, lamentó que otras formas de violencia son: física, sexual, psicológica, moral o patrimonial, y puede manifestarse en humillaciones, burlas, gritos, insultos, amenazas, empujones, golpes, aislar a la mujer o controlar sus salidas, acosarla.
Forzarla a sostener una relación sexual contra su voluntad, discriminarla laboral o salarialmente, condenarla a la pobreza, obligarla a emigrar, imponerle ciertos parámetros de belleza que la presionan a arriesgar su salud y su vida.
Ello, añadió, "hiere a la mujer, pero también lesiona a la familia y a toda la sociedad, pues se acrecienta la falta de respeto a la persona humana, su vida y a sus derechos fundamentales".
Refirió que los efectos de esta violencia son lesiones físicas, miedo, confusión, desilusión, angustia, dolor, impotencia, soledad, odio, rencor, y a veces, hasta sentimiento de culpa, "lo que puede hacer pensar a la mujer que no vale y que no hay esperanza", lo que también lesiona a la familia y a toda la sociedad.
Dijo que aunque la violencia tiene diversas causas, "ésta es una conducta que se aprende en casa y en la vida social, donde muchas veces se reduce a la mujer al rango de 'objeto' ".
En ese trabajo "las mujeres tienen un papel protagónico" y exigir el respeto que se merece, denunciar la violencia y pedir ayuda, ya que no está sola "todos estamos para ayudarla".
Indicó que el beato Juan Pablo II constataba con dolor que, "desgraciadamente el mensaje cristiano sobre la dignidad de la mujer halla oposición en la persistente mentalidad que considera al ser humano no como persona, sino como cosa, como objeto de compraventa, al servicio del interés egoísta y del solo placer".
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