Llama la Iglesia Católica a com­ba­tir odio, vio­len­cia y mie­do desde los hogares

lunes, 30 de diciembre de 20130 comentarios


Pa­tri­cia Ca­rras­co


Al fes­te­jar ayer el do­min­go de la Sa­gra­da Fa­mi­lia, la Igle­sia Ca­tó­li­ca con­vo­có a los me­xi­ca­nos a com­ba­tir el odio, la vio­len­cia y el mie­do, así co­mo no de­jar en el aban­do­no a los ni­ños ni a los an­cia­nos.

Asi­mis­mo, re­mar­có la ne­ce­si­dad que to­dos tie­nen de la fa­mi­lia, "pe­ro por el con­su­mis­mo y la pér­di­da de va­lo­res so­cia­les, és­ta se ha de­bi­li­ta­do".

En la mi­sa do­mi­ni­cal en la Ca­te­dral Me­tro­po­li­ta­na, el ar­zo­bis­po pri­ma­do de Mé­xi­co ad­vir­tió so­bre las ame­na­zas a la fa­mi­lia, en­tre ellas la pros­ti­tu­ción in­fan­til, la dro­ga­dic­ción, la ex­plo­ta­ción de los me­no­res de edad por re­des cri­mi­na­les o por fa­mi­lia­res.

Asi­mis­mo, ele­vó una ora­ción por los mi­gran­tes, que por di­ver­sos mo­ti­vos aban­do­nan sus lu­ga­res de ori­gen y emi­gran pa­ra ga­ran­ti­zar el fu­tu­ro a las ge­ne­ra­cio­nes ve­ni­de­ras, pa­ra que no aban­do­nen la fe y man­ten­gan la for­ta­le­za de sus fa­mi­lias y que la Vir­gen de Gua­da­lu­pe los acom­pa­ñe.

El pre­la­do se pro­nun­ció con­tra el uso de San Ni­co­lás y los Re­yes de Orien­te pa­ra pro­mo­ver el con­su­mis­mo, so­bre to­do en­tre los ni­ños, "quie­nes cre­cen sin va­lo­res, se­cos en su al­ma, pen­san­do na­da más en los éxi­tos ma­te­ria­les y no en lo que des­de su co­ra­zón pue­den com­par­tir con los de­más. To­do es­to son ame­na­zas con­tra la fa­mi­lia".

Los fie­les ahí reu­ni­dos ora­ron pa­ra que los go­ber­nan­tes com­pren­dan que el va­lor de la fa­mi­lia no se re­du­ce a in­te­re­ses per­so­na­les, gru­pa­les ni po­lí­ti­cos, y pa­ra que los le­gis­la­do­res pro­mul­guen le­yes que "pro­mue­van el res­pe­to a la vi­da".

En su ho­mi­lía, ma­ni­fes­tó que la so­cie­dad tie­ne mie­do, an­te los di­ver­sos ac­tos de vio­len­cia que a dia­rio se re­gis­tran.

El ar­zo­bis­po pri­ma­do de Mé­xi­co sos­tu­vo que las agre­sio­nes lle­gan aún más a las fa­mi­lias, des­de los ni­ños que di­jo, in­clu­so des­de el vien­tre de la ma­dre, su­fre de vio­len­cia, con la prác­ti­ca del abor­to.

"Los ni­ños en ver­dad son agre­di­dos por es­ta cul­tu­ra de muer­te, pues con fa­ci­li­dad co­mo di­go se re­cu­rre al abor­to que su­pri­me la vi­da hu­ma­na en el mis­mo se­no de su ma­dre... Nues­tra so­cie­dad per­mi­te que se man­che el al­ma de los ni­ños con la vio­len­cia, con el abu­so y con gran in­di­fe­ren­cia de­ja­mos a los ni­ños en el aban­do­no", re­fi­rió.

Los cre­yen­tes re­za­ron por to­dos los que tra­ba­jan a fa­vor de la vi­da hu­ma­na, des­de su con­cep­ción pa­ra que uni­dos en el amor fra­ter­no, a los le­gis­la­do­res fe­de­ra­les y lo­ca­les pro­mul­guen le­yes que pro­mue­van el res­pe­to a la vi­da y a la ins­ti­tu­ción fa­mi­liar.

Ade­más, se oró por los que no tie­nen ho­gar, don­de aco­ger­se, por los que pa­de­cen ham­bre o su­fren a cau­sa de las dis­cor­dias o la vio­len­cia in­tra­fa­mi­liar, pa­ra que Dios los con­sue­le en su aflic­ción y pon­gan fin a sus pe­nas.

Co­men­tó que en es­tos días, la pa­la­bra más oí­da en es­tos días qui­zá sea la pa­la­bra "fe­li­ci­da­des", "fe­liz Na­vi­dad".

"To­dos nos en­con­tra­mos con gen­te que que­re­mos y le de­sea­mos la fe­li­ci­dad en es­tos días. To­dos que­re­mos vi­vir es­tos días fe­li­ces en fa­mi­lia. Y, sin em­bar­go, el mun­do no es fe­liz, el mun­do si­gue te­nien­do mie­do y en los co­ra­zo­nes si­guen ani­dan­do los odios".

"Te­mer a Dios no es te­ner­le mie­do, si­no te­ner­lo muy guar­da­do den­tro de no­so­tros y ha­cer­lo la guía de nues­tro ca­mi­no. Y a con­ti­nua­ción el sal­mo nos en­se­ña cuál es el am­bien­te don­de se vi­ve la fe­li­ci­dad de quien tie­ne al Se­ñor muy den­tro".

Di­jo que los ni­ños son agre­di­dos por es­ta cul­tu­ra de muer­te, pues con fa­ci­li­dad se re­cu­rre al cri­men del abor­to, que su­pri­me la vi­da hu­ma­na en el se­no de su ma­dre.

"Nues­tra so­cie­dad per­mi­te que se man­che el al­ma de los ni­ños con la vio­len­cia o con el abu­so y con gran in­di­fe­ren­cia de­ja­mos a los ni­ños en el aban­do­no: a ve­ces el aban­do­no que los trans­for­ma en ni­ños en si­tua­ción de ca­lle, a ve­ces el aban­do­no que ha­ce que crez­can so­los sin na­die que les in­cul­que los va­lo­res mo­ra­les, o que les en­se­ñe a amar a Dios y a di­ri­gir­se a El en la ora­ción".

Los an­cia­nos son un te­so­ro, in­clu­so cuan­do tie­nen que ser aten­di­dos de mo­do es­pe­cial por sus en­fer­me­da­des, pues ellos se con­vier­ten en fuen­te de so­li­da­ri­dad, de ge­ne­ro­si­dad, de ca­pa­ci­dad de dar sin es­pe­rar re­ci­bir, ellos son ob­je­to de nues­tra gra­ti­tud por to­do lo que de ellos he­mos re­ci­bi­do.

Que la Sa­gra­da Fa­mi­lia de Na­za­ret nos en­se­ñe a ha­cer de Je­sús el cen­tro de nues­tro ho­gar por me­dio de la ora­ción sen­ci­lla he­cha en ca­sa y por me­dio de la eu­ca­ris­tía com­par­ti­da en fa­mi­lia ca­da do­min­go.


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