Según la tradición cristiana, Jesús fue sepultado y resucitó en el sitio donde ahora se levanta la Iglesia del Santo Sepulcro, en la actual Ciudad Vieja de Jerusalén.
El ritual se remonta a por lo menos 1,200 años. Miles de fieles esperaron fuera de la iglesia a que abriera el sábado por la mañana.
Varias denominaciones cristianas comparten la custodia de la iglesia, guardando celosamente sus responsabilidades bajo una frágil red de acuerdos alcanzados a lo largo de los últimos milenios.
Según la tradición, las puertas de la iglesia debieron ser abiertas por un miembro de una familia musulmana, que durante siglos ha sido la guardiana de la llave antigua, que se pasa de generación a generación en la misma familia.
Altos clérigos ortodoxos descendieron entonces en la pequeña cámara que marca el sitio de la tumba de Jesús, mientras los fieles esperaban ansiosamente en la oscuridad del interior de la iglesia, portando velas y antorchas apagadas.
Después de un momento, los clérigos regresaron con velas encendidas gracias al "fuego sagrado", que se dice es un milagro que representa un mensaje a los fieles desde el cielo.
Las campanas del templo sonaron cuando los asistentes se apresuraron a utilizar esas primeras flamas para encender sus propias velas.
En cuestión de segundos, las llamas comenzaron a multiplicarse por toda la iglesia cavernosa, al pasar de una vela a otra.
Nubes de humo flotaron en la nave abarrotada, mientras cámaras y celulares documentaban lo que para muchos es el evento más espiritual de la vida.
El "fuego sagrado" fue pasado entonces a los fieles fuera del templo y después fue trasladado a la Iglesia de la Natividad, en la ciudad cisjordana de Belén, donde según la tradición nació Jesús, y de allí a otras comunidades cristianas en Israel y Cisjordania.
Posteriormente fue llevado a bordo de vuelos especiales a Atenas y otras ciudades, para unir a muchos de los 200.000,000 de cristianos ortodoxos en todo el mundo.
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