Raúl Macías, Foto: Sergio Vázquez
Sin hogar, sin una vela y ni una lágrima por su memoria acabó la vida de un hombre de aproximadamente 30 años de edad, que tenía muchos de ellos que vivía en situación de calle en el camellón de Calzada Ignacio Zaragoza.
El accidente ocurrió en la Calzada Ignacio Zaragoza, casi en la desviación para tomar el Viaducto, en la Colonia Puebla.
Nunca nadie supo su nombre, ni de dónde vino, sólo se sabía que iba y venía; en invierno buscaba un lugar cálido para pasar la noche y en primavera uno fresco.
La tarde de ayer pereció atropellado por el operador de una camioneta del transporte público, cuyo conductor también permaneció anónimo, pues huyó del lugar con todo y pasaje, el cual no se sabe dónde bajo.
La cabeza de la infortunada víctima se estrelló contra el pavimento y reventó, luego del impacto de la camioneta.
Así, la sangre de su cabeza sobre el asfalto ardiente de la ciudad de México, será el único vestigio de su presencia en la Tierra.
Como siempre pasa en estos casos, como dijo el Monje Loco, "nadie sabe, nadie supo"; los elementos de la Policía Preventiva se presentaron al lugar y acordonaron la zona, luego de solicitar el apoyo de los paramédicos de los cuerpos de urgencias, que determinaron que el hombre murió, llamaron al ministerio público.
El representante social se presentó al lugar y con el auxilio de personal de Servicios Periciales realizó la inspección ocular de rigor y ordenó el traslado del cuerpo al Servicio Médico Forense.
Se le preguntó a la gente del lugar y nadie sabe nada, los que más dijeron algo indicaron que fue una camioneta colectiva la que lo atropelló y se alejó velozmente del lugar.
Sin hogar, sin una vela y ni una lágrima por su memoria acabó la vida de un hombre de aproximadamente 30 años de edad, que tenía muchos de ellos que vivía en situación de calle en el camellón de Calzada Ignacio Zaragoza.
El accidente ocurrió en la Calzada Ignacio Zaragoza, casi en la desviación para tomar el Viaducto, en la Colonia Puebla.
Nunca nadie supo su nombre, ni de dónde vino, sólo se sabía que iba y venía; en invierno buscaba un lugar cálido para pasar la noche y en primavera uno fresco.
La tarde de ayer pereció atropellado por el operador de una camioneta del transporte público, cuyo conductor también permaneció anónimo, pues huyó del lugar con todo y pasaje, el cual no se sabe dónde bajo.
La cabeza de la infortunada víctima se estrelló contra el pavimento y reventó, luego del impacto de la camioneta.
Así, la sangre de su cabeza sobre el asfalto ardiente de la ciudad de México, será el único vestigio de su presencia en la Tierra.
Como siempre pasa en estos casos, como dijo el Monje Loco, "nadie sabe, nadie supo"; los elementos de la Policía Preventiva se presentaron al lugar y acordonaron la zona, luego de solicitar el apoyo de los paramédicos de los cuerpos de urgencias, que determinaron que el hombre murió, llamaron al ministerio público.
El representante social se presentó al lugar y con el auxilio de personal de Servicios Periciales realizó la inspección ocular de rigor y ordenó el traslado del cuerpo al Servicio Médico Forense.
Se le preguntó a la gente del lugar y nadie sabe nada, los que más dijeron algo indicaron que fue una camioneta colectiva la que lo atropelló y se alejó velozmente del lugar.
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