Raúl Macías, Foto: Luis A. Barrera
En medio de un temblor de 7.2 grados en la escala de Richter, ayer miles de personas siguieron con la CLXXI representación de la vida y muerte de Jesús. De acuerdo a las autoridades, cerca de 2.000,000 de fieles se dieron cita en Iztapalapa, donde por unos instantes se temió fuera cancelada, pero por fortuna el movimiento telúrico no ocasionó desgracias personales y todo continuó en esta demarcación que por unas horas se convirtió en un pequeño Jerusalén.
Fue grande el susto de las personas al sentir el temblor, incluso algunos actores salieron de la casa de los ensayos por temor de que la vivienda colapsara. Pasado el susto se continuó con la escenificación de las últimas horas del Hijo de Dios en la tierra. En las calles se vio la fe y devoción de los católicos que se dieron cita en calles de Iztapalapa.
Desde temprana hora los nazarenos vistiendo túnicas moradas caminaban con rumbo al Cerro de la Estrella. Dicen que del tamaño de la cruz son sus pecados y se vio a muchos de ellos cargando las maderas durante varios kilómetros, esto para librarse de sus culpas. Entre estos vecinos se encontraban también pequeñines que llevaban a cuestas pequeñas cruces, porque en ellos no hay maldad.
Minutos más tarde en el Jardín Cuitláhuac ya los actores esperaban la llegada del Mesías, que esta vez fue personificado por Eduardo Guzmán Flores. Cerca del mediodía salió de la casa de los ensayos Jesucristo, ya que ahí pasó la noche al ser convertida en la prisión donde es llevado el carpintero luego de que Judas Iscariote lo vende por 30 monedas de plata.
Es así como lo presentan ante Poncio Pilatos, cuyo palacio fue colocado en el Jardín Cuitláhuac. Al llegar al palacio de Poncio Pilatos, los pontífices incitaban a las personas para que pidieran que fuera castigado por decir ser el Hijo de Dios. Cuando escuchó los gritos Poncio se asomó en su balcón y le pidieron fueran recibidos para que juzgara a Jesús. Es ahí donde su esposa Claudia le pide que lo deje en libertad porque es un hombre que no le ha hecho mal a nadie.
Poncio Pilatos se compromete con ella en no castigarle, pero para ello tenía que escuchar lo que Jesús diría en su defensa. En un par de ocasiones al tener a El Nazareno le pide que se defienda, pero El no emite ninguna palabra; cansado de esto, Pilatos ordena que sea presentado ante el Rey Herodes y así cumplir con la palabra empeñada a su esposa Claudia.
En su palacio se le dice a Herodes que sobre el carpintero pesa la acusación de decirse ser el rey de los judíos, y es cuando Herodes le pide que para creerle y respetar su vida, debe resucitar a David, pero en tono burlón por lo que Jesús de nueva cuenta calla y no se defiende de las acusaciones que se hacen en su contra, mientras que los fariseos agitaban a la gente para solicitar su muerte.
Molesto por el silencio, Herodes dio la orden para que fuera regresado ante Poncio Pilatos para que fuera él quien decidiera sobre la vida o la muerte. Estando con Poncio éste exclamó: "no entiendo qué mal les ha hecho este hombre", y ahí preguntó a los habitantes del pueblo de Judá: "a quién quieren que deje en libertad, al ladrón Barrabas o a su rey Jesús de Nazaret", y pidieron la libertad del ladrón y asesino Barrabás y es cuando ordenó la crucifixión del Mesías en el Gólgota.
"Soy inocente de la muerte de este hombre", dijo Poncio para entonces solicitar le arrimaran un balde con agua para entonces lavarse las manos. Al ver que Pilatos les dejaba en sus manos castigar al blasfemo, como decían los pontífices se dio la orden de que fuera llevado para amarrarlo a un pilar instalado en la Plaza Cuitláhuac donde le dieron 39 azotes como lo marcaba la ley.
Lastimado por los azotes y con el cuerpo maltrecho y ensangrentado siguió siendo víctima de las burlas y humillaciones. Cerca de él pasa corriendo Barrabás gustoso porque le dieron su libertad sin que pagara por los robos y homicidios cometidos. Eso estaba dentro de lo escrito en la vida de un Jesús, que nunca pedía perdón: más bien perdonaba a sus agresores.
Sin saber lo que sucedía en la alcoba de Pilatos y Claudia, Jesús fue obligado a cargar la pesada cruz de madera que esta vez pesaba 97 kilos, que sería llevada en sus hombros a lo largo de 2 kilómetros de distancia. Su caminar fue lento por las lesiones en su cuerpo. Cargaba a cuestas la cruz y los pecados de la Humanidad, quizás lo más pesado que llevaba encima.
Al ver que había vendido al Hijo de Dios, Judas Iscariote corrió hasta el Cerro de la Estrella para poner fin a sus cargos de conciencia. De entre sus ropas sacó una cuerda que amarró bien a un árbol para colgarse. Su cuerpo inmóvil y con la lengua de fuera su cuerpo era mecido por el aire y quedaba la muestra de la traición a su Maestro y el arrepentimiento, aunque por un momento se pensó que efectivamente se estaba ahogando, pero fue parte de la actuación.
Luego de una distancia considerable se dio paso a la primera caída y encuentro con Siro. En el escenario instalado en las calles de Ayuntamiento y Allende, al caer, Jesús exclamó: "perdónalos Padre mío porque no saben lo que hacen". Al llegar a Cuauhtémoc se representó la segunda caída y ahí se encontró con su madre que tenía tiempo de no ver.
María -Nancy Uribe-, al ver el estado en que se encontraba su hijo, con el rostro marcado por el dolor de madre y lágrimas en los ojos le dijo: "dónde has estado estos últimos tres días", a lo que el Nazareno con débil voz le respondió: "yo no he dejado de verte desde el momento en que nos separamos. Bendita seas entre todas las mujeres" para ser levantado y seguir el doloroso camino.
Metros más adelante se da el encuentro de Jesús con Samuel Beli Beth. Y en la representación de la tercera caída en Estrella, la samaritana ofrece agua a Jesús, para poco después, ante un desfallecimiento los soldados romanos le dicen a Simón Cirineo que ayude al Mesías a cargar la pesada cruz camino al Gólgota, ya que es la subida al Cerro de la Estrella.
Llega el momento de ser despojado de su túnica. A su lado, la Virgen María lloraba por el dolor de perder a su hijo y la forma en que fue herido. Cuando el reloj marcaba las 16:40 horas, Jesús fue elevado junto con la pesada cruz, al igual que los ladrones Dimas y Gestas, quienes también fueron sentenciados a morir crucificados por los graves delitos cometidos en sus tiempos.
Gestas, antes de morir con gritos le dijo a Jesús: "si en verdad eres el hijo de Dios sálvate a ti mismo y sálvame a mí". Mientras, el carpintero exclama: "perdónalos Padre mío no saben lo que hacen", y es cuando Dimas recrimina sus palabras a Gestas: "no blasfemes Gestas, no ves que él no tiene culpa alguna", y le pidió al Hijo de Dios que lo llevara con él.
Al dirigirse a Dimas le dice: "en verdad te digo que hoy estarás conmigo en presencia de mi Padre", dicho esto, el ladrón que pidió la clemencia de Jesús murió arriba de la cruz. Jesús mira al cielo y exclama: "Dios mío, Dios mío por qué me has abandonado", a los pocos segundos grita a los romanos que tiene sed, mientras éstos juegan a los dados su ropa, otro pone una esponja en su lanza la impregna de vinagre y se la da a chupar.
A los pocos instantes el arcángel Gabriel subió a la parte trasera de la cruz y soltó una paloma blanca para darle paso a las palabras de Cristo. "padre mío, en tus manos encomiendo mi espíritu", dicho lo anterior, en los momentos que eran las 16:50 horas, el Nazareno cerró los ojos y reposó su cabeza en su pecho como señal de su muerte, y una leve ráfaga de viento se dejó sentir y se dio por concluida la parte de la crucifixión.
En medio de un temblor de 7.2 grados en la escala de Richter, ayer miles de personas siguieron con la CLXXI representación de la vida y muerte de Jesús. De acuerdo a las autoridades, cerca de 2.000,000 de fieles se dieron cita en Iztapalapa, donde por unos instantes se temió fuera cancelada, pero por fortuna el movimiento telúrico no ocasionó desgracias personales y todo continuó en esta demarcación que por unas horas se convirtió en un pequeño Jerusalén.
Fue grande el susto de las personas al sentir el temblor, incluso algunos actores salieron de la casa de los ensayos por temor de que la vivienda colapsara. Pasado el susto se continuó con la escenificación de las últimas horas del Hijo de Dios en la tierra. En las calles se vio la fe y devoción de los católicos que se dieron cita en calles de Iztapalapa.
Desde temprana hora los nazarenos vistiendo túnicas moradas caminaban con rumbo al Cerro de la Estrella. Dicen que del tamaño de la cruz son sus pecados y se vio a muchos de ellos cargando las maderas durante varios kilómetros, esto para librarse de sus culpas. Entre estos vecinos se encontraban también pequeñines que llevaban a cuestas pequeñas cruces, porque en ellos no hay maldad.
Minutos más tarde en el Jardín Cuitláhuac ya los actores esperaban la llegada del Mesías, que esta vez fue personificado por Eduardo Guzmán Flores. Cerca del mediodía salió de la casa de los ensayos Jesucristo, ya que ahí pasó la noche al ser convertida en la prisión donde es llevado el carpintero luego de que Judas Iscariote lo vende por 30 monedas de plata.
Es así como lo presentan ante Poncio Pilatos, cuyo palacio fue colocado en el Jardín Cuitláhuac. Al llegar al palacio de Poncio Pilatos, los pontífices incitaban a las personas para que pidieran que fuera castigado por decir ser el Hijo de Dios. Cuando escuchó los gritos Poncio se asomó en su balcón y le pidieron fueran recibidos para que juzgara a Jesús. Es ahí donde su esposa Claudia le pide que lo deje en libertad porque es un hombre que no le ha hecho mal a nadie.
Poncio Pilatos se compromete con ella en no castigarle, pero para ello tenía que escuchar lo que Jesús diría en su defensa. En un par de ocasiones al tener a El Nazareno le pide que se defienda, pero El no emite ninguna palabra; cansado de esto, Pilatos ordena que sea presentado ante el Rey Herodes y así cumplir con la palabra empeñada a su esposa Claudia.
En su palacio se le dice a Herodes que sobre el carpintero pesa la acusación de decirse ser el rey de los judíos, y es cuando Herodes le pide que para creerle y respetar su vida, debe resucitar a David, pero en tono burlón por lo que Jesús de nueva cuenta calla y no se defiende de las acusaciones que se hacen en su contra, mientras que los fariseos agitaban a la gente para solicitar su muerte.
Molesto por el silencio, Herodes dio la orden para que fuera regresado ante Poncio Pilatos para que fuera él quien decidiera sobre la vida o la muerte. Estando con Poncio éste exclamó: "no entiendo qué mal les ha hecho este hombre", y ahí preguntó a los habitantes del pueblo de Judá: "a quién quieren que deje en libertad, al ladrón Barrabas o a su rey Jesús de Nazaret", y pidieron la libertad del ladrón y asesino Barrabás y es cuando ordenó la crucifixión del Mesías en el Gólgota.
"Soy inocente de la muerte de este hombre", dijo Poncio para entonces solicitar le arrimaran un balde con agua para entonces lavarse las manos. Al ver que Pilatos les dejaba en sus manos castigar al blasfemo, como decían los pontífices se dio la orden de que fuera llevado para amarrarlo a un pilar instalado en la Plaza Cuitláhuac donde le dieron 39 azotes como lo marcaba la ley.
Sin saber lo que sucedía en la alcoba de Pilatos y Claudia, Jesús fue obligado a cargar la pesada cruz de madera que esta vez pesaba 97 kilos, que sería llevada en sus hombros a lo largo de 2 kilómetros de distancia. Su caminar fue lento por las lesiones en su cuerpo. Cargaba a cuestas la cruz y los pecados de la Humanidad, quizás lo más pesado que llevaba encima.
Al ver que había vendido al Hijo de Dios, Judas Iscariote corrió hasta el Cerro de la Estrella para poner fin a sus cargos de conciencia. De entre sus ropas sacó una cuerda que amarró bien a un árbol para colgarse. Su cuerpo inmóvil y con la lengua de fuera su cuerpo era mecido por el aire y quedaba la muestra de la traición a su Maestro y el arrepentimiento, aunque por un momento se pensó que efectivamente se estaba ahogando, pero fue parte de la actuación.
Luego de una distancia considerable se dio paso a la primera caída y encuentro con Siro. En el escenario instalado en las calles de Ayuntamiento y Allende, al caer, Jesús exclamó: "perdónalos Padre mío porque no saben lo que hacen". Al llegar a Cuauhtémoc se representó la segunda caída y ahí se encontró con su madre que tenía tiempo de no ver.
Metros más adelante se da el encuentro de Jesús con Samuel Beli Beth. Y en la representación de la tercera caída en Estrella, la samaritana ofrece agua a Jesús, para poco después, ante un desfallecimiento los soldados romanos le dicen a Simón Cirineo que ayude al Mesías a cargar la pesada cruz camino al Gólgota, ya que es la subida al Cerro de la Estrella.
Llega el momento de ser despojado de su túnica. A su lado, la Virgen María lloraba por el dolor de perder a su hijo y la forma en que fue herido. Cuando el reloj marcaba las 16:40 horas, Jesús fue elevado junto con la pesada cruz, al igual que los ladrones Dimas y Gestas, quienes también fueron sentenciados a morir crucificados por los graves delitos cometidos en sus tiempos.
Gestas, antes de morir con gritos le dijo a Jesús: "si en verdad eres el hijo de Dios sálvate a ti mismo y sálvame a mí". Mientras, el carpintero exclama: "perdónalos Padre mío no saben lo que hacen", y es cuando Dimas recrimina sus palabras a Gestas: "no blasfemes Gestas, no ves que él no tiene culpa alguna", y le pidió al Hijo de Dios que lo llevara con él.
Al dirigirse a Dimas le dice: "en verdad te digo que hoy estarás conmigo en presencia de mi Padre", dicho esto, el ladrón que pidió la clemencia de Jesús murió arriba de la cruz. Jesús mira al cielo y exclama: "Dios mío, Dios mío por qué me has abandonado", a los pocos segundos grita a los romanos que tiene sed, mientras éstos juegan a los dados su ropa, otro pone una esponja en su lanza la impregna de vinagre y se la da a chupar.
A los pocos instantes el arcángel Gabriel subió a la parte trasera de la cruz y soltó una paloma blanca para darle paso a las palabras de Cristo. "padre mío, en tus manos encomiendo mi espíritu", dicho lo anterior, en los momentos que eran las 16:50 horas, el Nazareno cerró los ojos y reposó su cabeza en su pecho como señal de su muerte, y una leve ráfaga de viento se dejó sentir y se dio por concluida la parte de la crucifixión.
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