Raúl Macías, Foto: Luis A. Barrera
El reloj marcaba las 5:40 horas de ayer; solamente había un pronóstico de posibles lluvias en la tarde-noche, pero eso era lo de menos para Ricardo Adalberto Lúa Rivero, de 32 años de edad, porque su suerte ya estaba echada. Un par de sujetos intentaron ingresar a su domicilio en Martha, Colonia San Lorenzo Xicoténcatl, Delegación Iztapalapa, y terminaron por quitarle la vida en una "acción suicida" de la víctima.
La víctima se encontraba durmiendo plácidamente. De pronto escuchó unos ruidos extraños en el patio de su vivienda; sigilosamente salió a ver lo que ocurría y en ese momento sorprendió a dos sujetos que intentaban ingresar a su domicilio y al verlo éstos emprendieron la huida y se alejaron a toda prisa, pero nunca pensaron que el hombre saliera de su casa para buscarlos.
Ellos corrían al verse descubiertos, en momentos volteaban y veían que detrás corría Ricardo; se desconoce cuál era la intención de este hombre que les gritaba que se pararan. Cansados de seguir corriendo, uno de ellos volteó y marcó el resultado de la moneda que estaba en el aire: su muerte, accionó en repetidas ocasiones su arma de fuego y de tajo le quitó la vida.
Sangrando cayó al suelo, los rateros aprovecharon para seguir huyendo; su agonía fue lenta, algunas almas escucharon los disparos; ignoraban qué pasaba en la calle. Ahí, metros delante de su casa se encontraba Ricardo bañado en sangre. Sus familiares, cuando reaccionaron ante la acción del pariente, salieron a ver lo que ocurría: el cuadro fue fatal.
Segundos de dolor, minutos de amargura, horas de pesar, días y años del recuerdo, de quien pudo haber evitado su muerte, si no hubiera... Claro, el hubiera no existe, pero si ya los había hecho correr, ahora nadie se explica el motivo que le hizo ir tras dos sujetos que ya se habían retirado de su hogar: ya había salvado a la familia, pero en vano arriesgó su vida por tratar de, quizás, detenerlos.
Lo demás fue puro protocolo, la acción después de: la llegada de los paramédicos que nada pudieron hacer por la víctima, las investigaciones en tratar de saber quién o quienes cometieron el crimen, y para ello ya se ordenó a los Policías de Investigación buscar a quien accionó el arma y detenerlo, para que sea presentado ante un juez y pague por su culpa.
El reloj marcaba las 5:40 horas de ayer; solamente había un pronóstico de posibles lluvias en la tarde-noche, pero eso era lo de menos para Ricardo Adalberto Lúa Rivero, de 32 años de edad, porque su suerte ya estaba echada. Un par de sujetos intentaron ingresar a su domicilio en Martha, Colonia San Lorenzo Xicoténcatl, Delegación Iztapalapa, y terminaron por quitarle la vida en una "acción suicida" de la víctima.
La víctima se encontraba durmiendo plácidamente. De pronto escuchó unos ruidos extraños en el patio de su vivienda; sigilosamente salió a ver lo que ocurría y en ese momento sorprendió a dos sujetos que intentaban ingresar a su domicilio y al verlo éstos emprendieron la huida y se alejaron a toda prisa, pero nunca pensaron que el hombre saliera de su casa para buscarlos.
Ellos corrían al verse descubiertos, en momentos volteaban y veían que detrás corría Ricardo; se desconoce cuál era la intención de este hombre que les gritaba que se pararan. Cansados de seguir corriendo, uno de ellos volteó y marcó el resultado de la moneda que estaba en el aire: su muerte, accionó en repetidas ocasiones su arma de fuego y de tajo le quitó la vida.
Sangrando cayó al suelo, los rateros aprovecharon para seguir huyendo; su agonía fue lenta, algunas almas escucharon los disparos; ignoraban qué pasaba en la calle. Ahí, metros delante de su casa se encontraba Ricardo bañado en sangre. Sus familiares, cuando reaccionaron ante la acción del pariente, salieron a ver lo que ocurría: el cuadro fue fatal.
Segundos de dolor, minutos de amargura, horas de pesar, días y años del recuerdo, de quien pudo haber evitado su muerte, si no hubiera... Claro, el hubiera no existe, pero si ya los había hecho correr, ahora nadie se explica el motivo que le hizo ir tras dos sujetos que ya se habían retirado de su hogar: ya había salvado a la familia, pero en vano arriesgó su vida por tratar de, quizás, detenerlos.
Lo demás fue puro protocolo, la acción después de: la llegada de los paramédicos que nada pudieron hacer por la víctima, las investigaciones en tratar de saber quién o quienes cometieron el crimen, y para ello ya se ordenó a los Policías de Investigación buscar a quien accionó el arma y detenerlo, para que sea presentado ante un juez y pague por su culpa.
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