¿SUEÑO AMERICANO? ¡PESADILLA!

lunes, 1 de septiembre de 20140 comentarios



Raúl Ma­cías, En­via­do; texto y foto

ARRIA­GA, Chis.- Su su­dor se mez­cla­ba con sus lá­gri­mas. Re­cor­da­ban a quie­nes de­ja­ron en sus co­mu­ni­da­des. Ese do­lor era más fuer­te que el del ba­la­zo o los ba­ta­zos que re­ci­bie­ron de ma­nos de de­lin­cuen­tes. Los ojos cris­ta­li­nos da­ban cuen­ta del su­frir, del do­ble su­fri­mien­to por que es­tu­vie­ron a pun­to de per­der la vi­da pa­ra tra­tar de su­bir al lo­mo de "La Bes­tia"; y aho­ra sin di­ne­ro se en­cuen­tran a su suer­te.

La voz de Al­bert Os­wal­do se es­cu­cha­ba en­trecor­ta­da; sen­tía el do­lor de la ba­la que le ex­tra­je­ron de la nu­ca días an­tes. Pe­ro era más gran­de su su­fri­mien­to por­que ten­drá que re­tor­nar a Re­pú­bli­ca de El Sal­va­dor, ya no lle­ga­rá por el mo­men­to a es­tar jun­to a su pe­que­ña ni­ña que vi­ve en la Unión Ame­ri­ca­na, eso, eso le pe­sa y le ha­ce llo­rar: llo­ra el hom­bre que ama, el que de­sea es­tar con su pe­que­ña, el que sue­ña.

Sue­ños ro­tos por el plo­mo; sue­ños que no se­rán rea­li­dad por­que fue­ron trun­ca­dos por unos de­lin­cuen­tes que a san­gre fría lo hin­ca­ron y le die­ron el dis­pa­ro en la ca­be­za; "co­mo pu­de fui ca­mi­nan­do por ve­re­das has­ta que en­con­tré a unas per­so­nas que me ayu­da­ron, y des­de que me die­ron de al­ta he es­ta­do aquí en La Ca­sa del Mi­gran­te", en don­de se en­cuen­tra con otros sal­va­do­re­ños y gua­te­mal­te­cos.

Se­gun­dos, mi­nu­tos, ho­ras pa­ra quie­nes vi­ven sin la preo­cu­pa­ción y ro­dea­dos de fa­mi­lia­res; pa­ra Al­bert, son más que mo­vi­mien­tos de las ma­ne­ci­llas o las ho­jas del ca­len­da­rio; a él le pa­re­ce una eter­ni­dad, al­go que no mar­cha, que se en­cuen­tra de­te­ni­do, que lo ha­ce mo­ver­se co­mo un ro­bot, que no le en­cuen­tra sen­ti­do a la vi­da, esa vi­da que es­tu­vie­ron a pun­to de arran­car­le.

En el al­ber­gue La Ca­sa del Mi­gran­te que se lo­ca­li­za en es­te mu­ni­ci­pio chia­pa­ne­co, en don­de "La Bes­tia" sa­le con rum­bo al nor­te, se te­jen dia­ria­men­te cien­tos de his­to­ria. Ahí to­dos guar­dan en es­pe­ra de po­der ser avi­sa­dos pa­ra tra­tar de su­bir­se al tren, en ese si­tio a Al­bert ya se le co­no­ce co­mo "El Ba­la" por el ba­la­zo que re­ci­bió y a pun­to es­tu­vo de de­jar­lo sin vi­da.

No es la úni­ca víc­ti­ma de la vio­len­cia, tam­bién es­tá Juan An­to­nio Sal­me­rón, sal­va­do­re­ño que des­de días atrás fue bau­ti­za­do co­mo "El Bat", ello por­que fue gol­pea­do con un ba­te de beis­bol por un gru­po de su­je­tos que lo des­po­ja­ron de su di­ne­ro; en su ca­be­za lle­va la prue­ba de la mal­dad hu­ma­na. Cla­van­do su mi­ra­da en un pun­to ima­gi­na­rio, Juan cuen­ta con lá­gri­mas en los ojos to­do el do­lor que le hi­cie­ron sen­tir.

Que ca­mi­na­ba con di­rec­ción a Arria­ga, Chia­pas, cuan­do de pron­to unos su­je­tos, co­mo ani­ma­les de ca­rro­ña se echa­ron so­bre su "pre­sa". "Gri­ta­ban que les die­ra mi di­ne­ro, y que no me re­sis­tie­ra; de pron­to uno de ellos me co­men­zó a gol­pear con el bat, y co­men­cé a san­grar mu­cho, y al qui­tar­me mi di­ne­ro se echa­ron a co­rrer y yo bus­qué que al­guien me ayu­da­ra por­que me de­san­gra­ba".

Fue au­xi­lia­do en Arria­ga, un pe­que­ño pue­blo que dia­ria­men­te se ve mo­vi­do por el pa­so de cien­tos de mi­gran­tes. "El Bat" no es la pri­me­ra vez que in­ten­ta cru­zar el te­rri­to­rio me­xi­ca­no pa­ra lle­gar a los Es­ta­dos Uni­dos, ya es la cuar­ta vez que va en bus­ca del "sue­ño ame­ri­ca­no", y na­da lo do­ble­ga, ni los gol­pes pro­pi­na­dos con un ba­te de beis­bol lo­gran do­blar a es­te hom­bre ya ma­du­ro, pe­ro en­te­ro.
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