Raúl Macías, Enviado; texto y foto
ARRIAGA, Chis.- Su sudor se mezclaba con sus lágrimas. Recordaban a quienes dejaron en sus comunidades. Ese dolor era más fuerte que el del balazo o los batazos que recibieron de manos de delincuentes. Los ojos cristalinos daban cuenta del sufrir, del doble sufrimiento por que estuvieron a punto de perder la vida para tratar de subir al lomo de "La Bestia"; y ahora sin dinero se encuentran a su suerte.
La voz de Albert Oswaldo se escuchaba entrecortada; sentía el dolor de la bala que le extrajeron de la nuca días antes. Pero era más grande su sufrimiento porque tendrá que retornar a República de El Salvador, ya no llegará por el momento a estar junto a su pequeña niña que vive en la Unión Americana, eso, eso le pesa y le hace llorar: llora el hombre que ama, el que desea estar con su pequeña, el que sueña.
Sueños rotos por el plomo; sueños que no serán realidad porque fueron truncados por unos delincuentes que a sangre fría lo hincaron y le dieron el disparo en la cabeza; "como pude fui caminando por veredas hasta que encontré a unas personas que me ayudaron, y desde que me dieron de alta he estado aquí en La Casa del Migrante", en donde se encuentra con otros salvadoreños y guatemaltecos.
Segundos, minutos, horas para quienes viven sin la preocupación y rodeados de familiares; para Albert, son más que movimientos de las manecillas o las hojas del calendario; a él le parece una eternidad, algo que no marcha, que se encuentra detenido, que lo hace moverse como un robot, que no le encuentra sentido a la vida, esa vida que estuvieron a punto de arrancarle.
En el albergue La Casa del Migrante que se localiza en este municipio chiapaneco, en donde "La Bestia" sale con rumbo al norte, se tejen diariamente cientos de historia. Ahí todos guardan en espera de poder ser avisados para tratar de subirse al tren, en ese sitio a Albert ya se le conoce como "El Bala" por el balazo que recibió y a punto estuvo de dejarlo sin vida.
No es la única víctima de la violencia, también está Juan Antonio Salmerón, salvadoreño que desde días atrás fue bautizado como "El Bat", ello porque fue golpeado con un bate de beisbol por un grupo de sujetos que lo despojaron de su dinero; en su cabeza lleva la prueba de la maldad humana. Clavando su mirada en un punto imaginario, Juan cuenta con lágrimas en los ojos todo el dolor que le hicieron sentir.
Que caminaba con dirección a Arriaga, Chiapas, cuando de pronto unos sujetos, como animales de carroña se echaron sobre su "presa". "Gritaban que les diera mi dinero, y que no me resistiera; de pronto uno de ellos me comenzó a golpear con el bat, y comencé a sangrar mucho, y al quitarme mi dinero se echaron a correr y yo busqué que alguien me ayudara porque me desangraba".
Fue auxiliado en Arriaga, un pequeño pueblo que diariamente se ve movido por el paso de cientos de migrantes. "El Bat" no es la primera vez que intenta cruzar el territorio mexicano para llegar a los Estados Unidos, ya es la cuarta vez que va en busca del "sueño americano", y nada lo doblega, ni los golpes propinados con un bate de beisbol logran doblar a este hombre ya maduro, pero entero.
ARRIAGA, Chis.- Su sudor se mezclaba con sus lágrimas. Recordaban a quienes dejaron en sus comunidades. Ese dolor era más fuerte que el del balazo o los batazos que recibieron de manos de delincuentes. Los ojos cristalinos daban cuenta del sufrir, del doble sufrimiento por que estuvieron a punto de perder la vida para tratar de subir al lomo de "La Bestia"; y ahora sin dinero se encuentran a su suerte.
La voz de Albert Oswaldo se escuchaba entrecortada; sentía el dolor de la bala que le extrajeron de la nuca días antes. Pero era más grande su sufrimiento porque tendrá que retornar a República de El Salvador, ya no llegará por el momento a estar junto a su pequeña niña que vive en la Unión Americana, eso, eso le pesa y le hace llorar: llora el hombre que ama, el que desea estar con su pequeña, el que sueña.
Sueños rotos por el plomo; sueños que no serán realidad porque fueron truncados por unos delincuentes que a sangre fría lo hincaron y le dieron el disparo en la cabeza; "como pude fui caminando por veredas hasta que encontré a unas personas que me ayudaron, y desde que me dieron de alta he estado aquí en La Casa del Migrante", en donde se encuentra con otros salvadoreños y guatemaltecos.
Segundos, minutos, horas para quienes viven sin la preocupación y rodeados de familiares; para Albert, son más que movimientos de las manecillas o las hojas del calendario; a él le parece una eternidad, algo que no marcha, que se encuentra detenido, que lo hace moverse como un robot, que no le encuentra sentido a la vida, esa vida que estuvieron a punto de arrancarle.
En el albergue La Casa del Migrante que se localiza en este municipio chiapaneco, en donde "La Bestia" sale con rumbo al norte, se tejen diariamente cientos de historia. Ahí todos guardan en espera de poder ser avisados para tratar de subirse al tren, en ese sitio a Albert ya se le conoce como "El Bala" por el balazo que recibió y a punto estuvo de dejarlo sin vida.
Que caminaba con dirección a Arriaga, Chiapas, cuando de pronto unos sujetos, como animales de carroña se echaron sobre su "presa". "Gritaban que les diera mi dinero, y que no me resistiera; de pronto uno de ellos me comenzó a golpear con el bat, y comencé a sangrar mucho, y al quitarme mi dinero se echaron a correr y yo busqué que alguien me ayudara porque me desangraba".
Fue auxiliado en Arriaga, un pequeño pueblo que diariamente se ve movido por el paso de cientos de migrantes. "El Bat" no es la primera vez que intenta cruzar el territorio mexicano para llegar a los Estados Unidos, ya es la cuarta vez que va en busca del "sueño americano", y nada lo doblega, ni los golpes propinados con un bate de beisbol logran doblar a este hombre ya maduro, pero entero.
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