RIO DE JANEIRO, Brasil, (Notimex).- Una particular forma de caminar, un casco negro y una motocicleta de gran cilindrada con distintas matrículas robadas fueron los elementos que llevaron a la policía brasileña a detener a Tiago Henrique Gomes da Rocha, asesino confeso de al menos 39 personas.
Su detención, el pasado martes en la ciudad de Goiania, en el centro de Brasil, tras meses de investigación en la que estuvieron implicados decenas de policías, pone fin a una serie de crímenes sin resolver contra vagabundos, hombres y, sobre todo, mujeres.
De 26 años, complexión musculosa, raza blanca y empleado en una compañía de seguridad privada, Gomes da Rocha "sentía la necesidad de matar" y asesinaba a bocajarro a todo aquel que se le cruzara, según el investigador Eduardo Prado, de la Policía Civil.
"Tenía una voluntad loca de matar. Sentía rabia contra el mundo. Nos ha dicho que cuando mataba sentía placer, pero pasados unos días volvía a estar deprimido y necesitaba volver a matar", explicó Prado en entrevista con Notimex vía telefónica desde Goiania.
Gomes da Rocha fue socorrido de inmediato y sedado, por lo que ahora se encuentra estable.
La detención de este asesino en serie pone fin a meses de investigación para esclarecer la muerte de al menos una quincena de jóvenes, algunas de apenas 15 años, que recibían disparos a quemarropa de un motorista que tras cometer su crimen se iba tranquilamente en su motocicleta.
"Destaca por su carácter frío. Desempuñaba el arma, disparaba sin escrúpulos y se iba tranquilamente", indicó el investigador Prado, quien dice que el joven también habría asaltado farmacias y panaderías en la capital del estado de Goiás.
Los tres meses de investigación comenzaron a dar frutos cuando la policía halló un elemento -una matrícula de motocicleta- que apuntaba hacia un mismo criminal en dos delitos separados: la muerte de una mujer y el asalto a una farmacia.
Hasta entonces, la policía desconocía por qué las mujeres y los mendigos eran asesinados, algunos de ellos en lugares públicos donde hay cámaras de seguridad.
"Comenzábamos a estudiar los perfiles de las víctimas y a veces encontrábamos algunos elementos, como vínculos con la droga o una pelea con el esposo. Pero posteriormente entendimos que se trataba de un mismo asesino, y no de casos aislados", detalló Prado.
Lo que ayudó a la policía a atar cabos fue una matrícula: NKP6144. Un número de placa robada que apareció en los registros de dos crímenes.
"La placa NKP6144 fue la que identificamos primero. La apuntó un testigo que presenció el asesinato de una mujer el 8 de mayo y, cruzando datos, descubrimos que fue la misma matrícula que un farmacéutico asaltado anotó", reveló el investigador.
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