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Miles, sin Navidad
Raúl Macías
Las cuentas no cuadran, es más, ni estirando el gasto se alcanzaría a tener una cena digna esta noche. Mucha gente, es decir, para miles serán 24 horas de hambre, dolor y desesperación; no quedará más que ir a una esquina, estación del Metro o iglesia, apostarse en las escaleras -con la mano estirando un bote de aluminio o una jícara de plástico- esperando la moneda deseada.
El pavo, romeritos y demás alimentos tradicionales de Navidad estarán en los sueños solamente. Las pocas monedas que logren conseguir les permitirán, tal vez, llevar a su casa "pa' los frijolitos". Ese dolor no será solamente de quienes viven de las limosnas, también estará en la casa de millones de humildes obreros que no viven, sobreviven con un sueldo mínimo.
Hoy, en las calles se verá a niños, adolescentes, jovencitas y adultos mayores deambulando y solicitando una moneda. El ir y venir de la gente realizando sus compras se convertirá en la imagen de la felicidad; "felicidad que ellos no pueden lograr, porque en sus viviendas se respira hambre, dolor; pero sobre todo, angustia por no darle de comer a sus seres amados".
Noche de paz y de hermandad, se dice, o se ha dicho desde siempre, pero todo parece indicar que sólo se aplica en las noches, porque las mañanas y tardes la avaricia, el desdén son la doble cara a aplicar; sin embargo, humildes y con la huella del hambre reflejada en sus rostros, cientos de personas saldrán a las calles a pedir una limosna, una caridad, aunque en vez de eso reciban el desprecio de la gente.
Pasarán las horas, paso a paso, lágrima a lágrima, seguirán recorriendo las calles; viendo cómo en restaurantes y en otros lugares la gente se ve feliz, porque se dan "la gran cena navideña". El cansancio y el sueño les harán volver a su triste realidad: la pobreza que han vivido desde que llegaron del pueblo a la ciudad, porque abandonaron sus tierras, pero no la pobreza.
Mañana su día no será festivo, seguirán en la mendicidad, en la limpieza de parabrisas o con globos en las "pompis" haciendo malabares en los cruceros, eso sí arriesgando su vida ante tanto loco que no respeta los señalamientos viales; tal vez, algún día, serán el reporte policiaco, una estadística más de muerte de un indigente por frío o atropellado por "trabajar" en los semáforos
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