Patricia Carrasco
En la misa dominical en la Catedral Metropolitana los creyentes oraron por los 12 fallecidos del semanario satírico "Charlie Hebdo", en París, Francia, y por el resto las persona que han muerto por ese atentado. Asimismo, la Iglesia Católica llamó a los fieles a no alienarse, a no perder la identidad humana ni el respeto por sus semejantes.
"Los caminos de la alienación más frecuentes para nosotros son, hoy en día, el descuidar el ser por el querer parecer, el consumismo, el invertir medios por fines, la búsqueda exclusiva de ganancias con desprecio de las personas, inclusive a costo de su vida".
El egocentrismo, la vanalización del placer, el no reconocer la dignidad de todos los seres humanos, usar a los demás como si fueran objetos, son otras formas de alienación y, por ello, la invitación es a renovar las promesas bautismales, renunciando al pecado para vivir conforme a las enseñanzas del Señor.
En la oración de los fieles se elevó una plegaria: "por los que fallecieron estos días, en los actos terroristas en París, para que gocen del reino del Padre, junto a los santos en los cielos; así como por los terroristas que se conviertan y se reconcilien con Dios y con sus hermanos".
Asimismo, se elevó una oración por los gobernantes y los que dirigen los pueblos para que en todas sus actuaciones cumplan con la voluntad de Dios Padre. Por todas las personas que se encuentran lejos de Dios, o lo buscan en donde no se encuentra para que atiendan a la invitación que Dios les hace para seguirlo.
Dijo que el bautismo es el sello de nuestra personalidad, de nuestra identidad y de nuestra misión. Perder la identidad se llama "alienarse".
Señaló, aquel Jesús, confundido entre la multitud, que pedía humilde el bautismo a Juan el Bautista, es el mismo que ahora escondido en los signos humildes del pan y del vino viene a nosotros. Recibámoslo con sinceridad y sencillez: "Señor, no soy digno de que entres en mi casa, pero una palabra tuya, bastará para sanarme".
Recordó que en la fiesta de la Epifanía, contemplábamos a Jesús en brazos de su madre, niño de pocas semanas, adorado por los Reyes Magos; hoy nos encontramos con Cristo a la edad de 30 años, mezclado entre la muchedumbre que se acerca a Juan el Bautista para pedir ser bautizado.
"30 años de misterioso silencio, pero un silencio más elocuente que muchas narraciones, silencio que nos muestra que el verbo de Dios verdaderamente se hizo en todo semejante a nosotros", añadió.
El evangelio, como las grandes sinfonías, está hecho de sonidos y silencios, este silencio es bellísimo y revelador, es el evangelio de la verdad, Dios se hizo en todo semejante a nosotros y no sólo tomó nuestra condición.
La importancia del bautismo está ligada a la manifestación del Espíritu. La aparición del Espíritu indica que ha comenzado la nueva creación, porque el Espíritu ha reaparecido sobre las aguas como en los orígenes.
El prelado afirmó que lo maravilloso del bautismo que hoy celebramos está en la revelación que Dios Padre nos hace: "este es mi hijo muy amado, escúchenlo". Es la máxima manifestación de la Epifanía:
Ya no son los ángeles ni una estrella, sino la voz misma del Padre que revela a todos los hombres quién es Jesús de Nazareth: el Hijo amado del Padre. Jesús en su vida confirmó el significado de esta declaración, llamando constantemente a Dios con el nombre de Abbá, Padre.
Con palabras y obras confirmó su conciencia de ser el Hijo de Dios: vivió un diálogo ininterrumpido con su Padre, su alimento era hacer la voluntad del Padre, confió totalmente en su Padre
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