Hoy por la noche varios mexicanosbuscarán ser los ganadores de una de las estatuillas de la edición LXXXVII de los Premios Oscar, que se llevará a cabo en Los Angeles, California. Además de Alejandro González Iñárritu, Martín Hernández y Emmanuel Lubezki, nominados por su trabajo en "Birdman", el cortometraje mexicano "La Parka", también podría dar la campanada.
Pero esta noche será una historia que se ha repetido en varias ocasiones. Siempre comienza con el teatro lleno, con las estrellas desfilando por aquí y por allá, y con un hombre muy nervioso en su mesa, esperando que su nombre suene en el podio para subir a recoger el premio. El protagonista es Alejandro González Iñárritu. Y para él, las ceremonias de la Academia guardan recuerdos agrios.
Iñárritu llegará al Teatro Kodak como uno de los favoritos a levantar la estatuilla a Mejor director y película. Pero ser "uno" de los favoritos no lo convierte en "el" favorito. Y vaya que lo sabe. En 2001 con "Amores Perros" perdió el premio a Mejor película extranjera. En 2006 no logró conseguir el galardón por Mejor película y Director por "Babel". En 2010 perdió nuevamente en la categoría de Mejor película extranjera por "Biutiful".
El "Negro", como es conocido en sus círculos íntimos, no busca romper nada más su mala racha al levantar el Oscar. También va contra la historia. "Es muy difícil ganar la estatuilla, es como una ruleta rusa o la lotería. No hay lógica ni es una meritocracia, tampoco una cuestión científica", reconoció.
Y no anda mal encaminado. Desde que fue creado, el premio de la Academia solamente ha terminado en manos de un cineasta mexicano en una ocasión: Alfonso Cuarón, por "Gravity". En los últimos cuatro años, ningún país ha podido celebrar en dos ocasiones consecutivas la estatuilla, y de hecho, solamente una nación ha logrado hilvanar triunfos: Estados Unidos, aunque repetimos, Lubezki puede convertirse en la "Cenicienta" del cuento.
Si bien es cierto que los números y las apuestas no lo favorecen, Iñárritu no va a llegar a la ceremonia mirando al pasado. El afirma, con voz clara, que no se mueve por premios ni reconocimientos. "A fin de cuentas, la competición en el arte es absurda. No quiero darle lógica y decir: 'Es que soy el mejor y voy a ganar porque tengo estos méritos'. Si piensas así, acabas perdiendo la cabeza".
Y puede que sea cierto. Que el director de cabello revuelto y eterna sonrisa sardónica piense que de ese premio, de esa pequeña estatuilla dorada, no depende su prestigio. Aunque en el fondo, desea que la historia que ya conoce termine esta noche de forma diferente: Con el Oscar en sus manos
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