Patricia Carrasco
México vive una "fuerte situación de descomposición social", situación que no se genera de la noche a la mañana, donde se suma un inadecuado sistema educativo, por lo que la Iglesia católica elevó una oración para que las elecciones del domingo 7 de junio "sean celebradas en un ambiente de paz y concordia nacional".
Durante la festividad del Corpus Christi, en la explanada de la Plaza Tlaxcoaque, señaló que otro signo de este alejamiento de Dios, en un panorama más cercano a nosotros, es la sangre derramada en diversas regiones de nuestro país a causa de la delincuencia organizada , la corrupción y la impunidad.
En su homilía, el cardenal Norberto Rivera Carrera refirió que nuestra patria la desesperanza de muchos ciudadanos, ante las ofertas partidarias que, hacen de la política no un servicio al bien común, sino un producto comercial que adquirido, tristemente, manifiesta la mentira de su propuesta y su incapacidad para cumplir lo que han prometido.
El arzobispo destacó que nuestro país padece "de varios males", y reiteró que el verdadero cambio social se dará cuando nos volvamos a Dios y dejemos que El y sus mandatos estén presentes en nuestra vida personal, familiar y social.
De ahí que agregó: "vemos en nuestra patria la desesperanza de muchos ciudadanos ante las ofertas partidarias que hacen de la política no un servicio al bien común, sino un producto comercial, que adquirido tristemente manifiesta la mentira de sus propuestas y su incapacidad para cumplir lo que han prometido".
Ante los creyentes congregados frente a la parroquia de Tlaxcoaque del Templo de la Inmaculada Concepción, habló respecto a la falta de oportunidades que padece un amplio sector de la población, especialmente los jóvenes.
Es cada vez más fuerte y violento el grito de las nuevas generaciones que, sin un adecuado sistema educativo, se encuentran incapacitados para afrontar los retos que la modernidad les impone y tienen pocas esperanzas de conseguir un trabajo remunerado justamente y de contribuir a la transformación de la sociedad, acusó.
Durante la ceremonia religiosa, el cardenal Norberto Rivera estuvo acompañado por miembros de la Iglesia Ortodoxa Griega, debido a que desde noviembre de 2014 la Arquidiócesis Primada de México prestó por comodato a esa confesión cristiana la capilla de Tlaxcoaque.
Niños, niñas y persona mayores vestidas de indígenas acompañadas de danzantes, músicos y creyentes que se sumaron a la celebración, caminaron en procesión rumbo a la Catedral Metropolitana de la Ciudad de México.
Rivera agregó: "la descomposición social es un signo fuerte, de la necesidad que tenemos de reconocer nuestras fallas y pecados y de aceptar que las propuestas y proyectos humanos para detenerla son insuficientes. Es necesario que volvamos de corazón a Dios y que admitamos que necesitamos de su perdón y cercanía.
"Hoy, como nunca antes habíamos visto, hay infinidad de males, ocasionados en su mayoría por el hombre que vive alejado de Dios y de sus mandatos. El vacío de Dios en su corazón, es ocupado por los ídolos del dinero, del poder, del parecer y del placer".
Así, la mentira se sobrepone a la verdad y se empodera la tiraría del relativismo, donde el ser humano no es visto como hermano sino como un "algo cosificado" o un enemigo al que hay que dominar o eliminar.
Signo de esto, son las guerras y los grandes desplazamientos humanos debidos al odio religioso que en pocos meses ha generado, más de 2.000,000 de exiliados en Medio Oriente, donde miles de hermanos nuestros, a causa de su fe en Cristo, han sido asesinados.
Clama al Cielo, la sangre de tantas víctimas del aborto y el dolor de las mujeres que siendo engañadas han abortado y experimentan el dolor por el hijo muerto.
Es cada más fuerte y violento el grito de las nuevas generaciones que sin un adecuado sistema educativo se encuentran incapacitadas para afrontar los retos que la modernidad les impone y tienen pocas esperanzas de conseguir un trabajo remunerado justamente y de contribuir a la transformación de la sociedad.
Un rostro más, añadió, lleno de amargura, signo del alejamiento de Dios, surge cuando la sociedad y los gobiernos dejan de valorar la unión del hombre y la mujer como elementos propios y necesarios del matrimonio y se desvirtúa el sentido de la familia, como cuna de la vida y del amor, forjadora de personas maduras, capaces de insertarse en la sociedad de manera constructiva y positiva.
Hoy también nosotros y todos los habitantes de nuestra ciudad y de nuestro país, podemos hacer lo mismo, reconociendo que en la raíz de tantos males que nos aquejan, está el pecado, la desobediencia al plan divino. Hoy pidamos perdón y pongamos nuestra mirada en Dios, para pedirle que venga en nuestra ayuda, volvamos a El y pongamos nuestro esfuerzo por mejorar nuestra vida
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