** Durante la misa dominical los fieles se unieron para elevar una plegaria por todos los periodistas, reporteros, camarógrafos y fotógrafos, que han sido asesinados en el ejercicio de su labor
Patricia Carrasco
Los fieles reunidos en la Catedral Metropolitana elevaron una oración por todos los periodistas, reporteros, camarógrafos, fotógrafos y todos los que en el ejercicio de la labor informativa han sido asesinados en la búsqueda de la verdad, "para que Cristo, el comunicador por excelencia, los reciba en su reino y gocen de la paz eterna".
En su homilía, el cardenal Norberto Rivera alertó: "muchos de nosotros con frecuencia nos centramos, metemos o estamos en crisis existenciales, y sabemos que cada día crece el número de aquellos que se quitan la vida por esa desesperación".
Expuso que "la crisis de fe, la crisis dramática de Elías, la crisis del pueblo en el desierto, nuestras crisis existenciales, sólo se pueden superar abriéndose a la voz del Padre que habla en el interior, en lo más íntimo".
El prelado citó que la fe es un don, no es una conquista de la ciencia. La fe es un "llamado", es escuchar la voz del Padre que nos habla por su Hijo Jesucristo, es una obra de Dios. "No murmuren. Nadie puede venir a mí si no lo trae el Padre, que me ha enviado... Todo aquel que escucha al Padre y aprende de él, se acerca a mí... y yo les aseguro que el que cree en mí, tiene vida eterna".
Tenemos que pedirle al Padre que nos hable, le tenemos que pedir la capacidad y disposición de escucharlo, tenemos que rogarle que cuando lo hayamos escuchado podamos hacer lo que él nos pide.
En la oración a los fieles se rezó también por el Papa Francisco, obispos y sacerdotes. Por todos los pueblos del mundo "para que nunca les falte el alimento del cuerpo y siempre puedan disponer del alimento del alma".
Elías sufre una crisis en su vocación que llega hasta el pánico y el deseo de la muerte: "basta ya Señor. Quítame la vida". Es la crisis del Pueblo de Israel en el desierto que llega a "murmurar" de Yahvé su salvador. En la narración evangélica, la crisis de fe y la murmuración es contra Jesús, porque había dicho: "yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo".
La fe de la Iglesia profesada en los concilios ya desde los primeros siglos la seguimos profesando domingo tras domingo, dejando en claro que en Jesucristo sólo hay un solo "yo" personal, en donde se unen los dos polos, de Jesús hombre y de Cristo Dios.
Al mismo tiempo, que aceptamos esta biografía del hombre Jesús, como la más estudiada y confirmada históricamente, la fe cristiana nos invita a ver en él al Hijo eterno de Dios: "yo soy el pan vivo bajado del cielo", "el que viene de Dios", "el enviado del Padre".
Comer a Cristo es digerir la verdad de su enseñanza y hacer lo que él nos enseñó. Comer a Cristo es aceptar el amor del Padre que él nos vino a revelar y amar a nuestro prójimo como él nos amó. Mucho más allá del Jesús líder humano, está el Cristo Cordero de Dios que quita el pecado del mundo.
La apertura a Dios nos lleva necesariamente a la vida. Este es un tema dominante en la narración de Elías y en la narración evangélica: Elías escuchó la voz del ángel y comió y bebió y con la fuerza del alimento atravesó el desierto.
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