Patricia Carrasco
El Viernes Santo se conmemora la muerte de Cristo, quien entregó su vida por amor a la humanidad. Ayer, en la Catedral Metropolitana se llevó a cabo el rito de la adoración de la cruz, donde el cardenal Norberto Rivera Carrera recordó que desde los tiempos apostólicos hasta nuestros días se nos dificulta aceptar un Dios hecho hombre que muere en un madero, y entender que la salvación se realice a través del dolor y la muerte. "El drama de la cruz sigue siendo motivo de escándalo para los judíos y locura para los gentiles. Desde siempre, y ahora también, ha existido la tentación de desvirtuar el sentido de la cruz.
Los que hemos sido llamados por Cristo, los que nos llamamos cristianos, necesitamos un conocimiento más completo de la vida de Nuestro Señor, pero sobre todo necesitamos comprender este capítulo de la cruz, en donde se consuma nuestra redención, en donde encuentra sentido el dolor del mundo, en donde descubriremos la malicia del pecado y el grande amor que Dios nos tiene. La página más brillante de la historia de la salvación es el crucifijo, es contemplar a Cristo en el madero: me amó y se entregó por mí. Se rebajó a sí mismo haciéndose obediente hasta la muerte, y una muerte de cruz.
En su homilía, el arzobispo de México detalló a los fieles la trascendencia del sacrificio de Jesús, cuya vida estuvo dirigida enteramente a llegar al momento supremo de ser clavado en una cruz, instrumento infame y deshonroso, que en Cristo se convirtió en árbol de vida, en símbolo de amor y perdón y en escalera de gloria. "Contemplaremos a Jesús clavado en la cruz y junto a Él un espectáculo desolador: algunos pasan y le injurian; los príncipes de los sacerdotes, más hirientes y mordaces, se burlan; y la mayoría, indiferente, mira el acontecimiento. Muchos de los ahí presentes le habían visto bendecir, predicar una doctrina salvadora e incluso hacer milagros. Nosotros, los aquí presentes, ¿cómo nos acercamos al crucificado?", preguntó el prelado.
Manifestó que Jesucristo quiso someterse a esa muerte en cruz por amor, con plena conciencia y con entera libertad, por ese amor del que ahora la Humanidad ha recibido los abundantes frutos de los sacramentos. "Después de tres horas de agonía, Jesús muere: 'todo está cumplido', ha dicho, e inclinando la cabeza entregó el espíritu... Jesús ya estaba muerto, pero un soldado le abrió el costado con la lanza y al instante brotó sangre y agua. Previo a la comunión, se llevó a cabo el rito de la adoración de la santa cruz, en la que fue presentada ante la comunidad, para después ser venerada por los presentes, empezando por el cardenal Rivera Carrera, quien se hincó y la besó, seguido por miembros del Cabildo Metropolitano, presbíteros, seminaristas y los fieles creyentes reunidos en ese recinto católico.
"Esta tarde hemos sido invitados a contemplar el crucificado, a descubrir el gran amor que Cristo nos tiene, a amar el dolor que es fuente de salvación, a amar la cruz símbolo de entrega. Este camino, que muchas veces nos repugna y nos estremece, será más fácil recorrerlo con María nuestra Madre, por eso la liturgia nos hace cantar: ¡oh dulce fuente de amor!, hazme sentir tu dolor para que llore contigo. Hazme contigo llorar y dolerme de veras de sus penas mientras viva; porque deseo acompañar en la cruz, donde le veo, tu corazón compasivo. Haz que me enamore su cruz y que en ella viva y more"
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