*La ciudad inglesa guarda luto en la memoria, 100 años después, por sus 549 habitantes que murieron a bordo.
SOUTHAMPTON, Reino Unido, 10 de abril (OEM-AFP).- Ninguna ciudad pagó un precio tan alto en vidas humanas como Southampton por el naufragio del Titanic y un siglo después, la ciudad quiere contar la historia, en gran parte olvidada, de los 549 habitantes que perdió en el aciago acontecimiento.
En el año 1912, conseguir un empleo en el lujoso transatlántico, y encima con alojamiento y tres comidas diarias, era un un sueño para los hombres de este puerto del sureste de Inglaterra.
Tres cuartas partes de la tripulación provenían de esta ciudad, y la mayoría trabajaban como fogoneros en la sala de máquinas o como camareros.
Cuando el Titanic zarpó del puerto de Southampton rumbo a Nueva York el 10 de abril, los habitantes se congregaron en los muelles para despedir al barco con orgullo.
Cinco días después, el barco se hundió tras haber chocado con un iceberg en el Atlántico Norte, sumiendo en el luto a la ciudad y en la pobreza a las familias de las víctimas.
"La historia de Southampton con el 'Titanic' es muy especial, y nadie la había contado realmente nunca antes", explicó Maria Newbery, conservadora de SeaCity, un nuevo museo dedicado a la tripulación.
Para medir la extensión del desastre basta con mirar el mapa pintado en el suelo de este museo, donde las casas enlutadas están marcadas con puntos rojos. Las manchas se hacen más grandes en los barrios obreros cerca del puerto.
"En una época en la que no había subsidios sociales, cuando se perdía al principal sostén de la familia, era un gran problema", recordó Newbery.
La ciudad se movilizó en favor de las familias afectadas por el Titanic y en los meses posteriores al desastre, cualquier concierto o fiesta parroquial servía para recaudar fondos.
Al acercarse el centenario, Southampton sigue atrayendo a los descendientes de los fallecidos.
Una de ellas es Jane Goodwin, de 38 años, cuya abuela perdió a su primer marido, Frederick James Banfield, en el naufragio. Iba a reunirse con su hermano en Michigan, donde tenían previsto trabajar en la minería.
"He visto copias de las cartas que le escribió, es muy triste. La quería tanto", explicó esta británica.
"Tenía sólo 28 años e iba en este magnífico barco hacia una nueva vida en el extranjero", apuntó su esposo Richard. "Había estado en el 'Olympic' y en su carta comparaba el 'Titanic con los otros grandes barcos y le decía que hubiera querido que estuviera con él para ver cuán grande era".
SOUTHAMPTON, Reino Unido, 10 de abril (OEM-AFP).- Ninguna ciudad pagó un precio tan alto en vidas humanas como Southampton por el naufragio del Titanic y un siglo después, la ciudad quiere contar la historia, en gran parte olvidada, de los 549 habitantes que perdió en el aciago acontecimiento.
En el año 1912, conseguir un empleo en el lujoso transatlántico, y encima con alojamiento y tres comidas diarias, era un un sueño para los hombres de este puerto del sureste de Inglaterra.
Tres cuartas partes de la tripulación provenían de esta ciudad, y la mayoría trabajaban como fogoneros en la sala de máquinas o como camareros.
Cuando el Titanic zarpó del puerto de Southampton rumbo a Nueva York el 10 de abril, los habitantes se congregaron en los muelles para despedir al barco con orgullo.
Cinco días después, el barco se hundió tras haber chocado con un iceberg en el Atlántico Norte, sumiendo en el luto a la ciudad y en la pobreza a las familias de las víctimas.
"La historia de Southampton con el 'Titanic' es muy especial, y nadie la había contado realmente nunca antes", explicó Maria Newbery, conservadora de SeaCity, un nuevo museo dedicado a la tripulación.
"En una época en la que no había subsidios sociales, cuando se perdía al principal sostén de la familia, era un gran problema", recordó Newbery.
La ciudad se movilizó en favor de las familias afectadas por el Titanic y en los meses posteriores al desastre, cualquier concierto o fiesta parroquial servía para recaudar fondos.
Al acercarse el centenario, Southampton sigue atrayendo a los descendientes de los fallecidos.
Una de ellas es Jane Goodwin, de 38 años, cuya abuela perdió a su primer marido, Frederick James Banfield, en el naufragio. Iba a reunirse con su hermano en Michigan, donde tenían previsto trabajar en la minería.
"He visto copias de las cartas que le escribió, es muy triste. La quería tanto", explicó esta británica.
"Tenía sólo 28 años e iba en este magnífico barco hacia una nueva vida en el extranjero", apuntó su esposo Richard. "Había estado en el 'Olympic' y en su carta comparaba el 'Titanic con los otros grandes barcos y le decía que hubiera querido que estuviera con él para ver cuán grande era".
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