Es un honor hacer uso de la máxima tribuna del país para exponer el posicionamiento de mi partido, el Revolucionario Institucional, respecto al Sexto Informe de Gobierno presentado ante esta soberanía por el ciudadano titular del Ejecutivo Federal, Felipe de Jesús Calderón Hinojosa.
Los legisladores priistas estamos comprometidos con el examen escrupuloso del Informe que se glosa. El análisis del estado general que guarda la administración pública federal requiere objetividad, sensatez, reconocer lo que se hizo bien y señalar con responsabilidad lo que se hizo mal. Ese es el compromiso del grupo parlamentario del PRI.
Lo haremos haciendo valer los intereses de la nación a la que representamos y a la que nos debemos: evitando descalificaciones automáticas o críticas por consigna, porque estamos convencidos de que estas prácticas resultan tan dañinas como el discurso que desde la Presidencia de la República se pronuncia autocomplaciente, magnánimo y grandilocuente de sí mismo, pero distante de la cruda realidad y del sentimiento de los mexicanos.
La realidad de México no es distinta a partir de un informe esforzado para encontrarle, sofisticadamente, el lado amable a las cifras. Quienes estamos aquí, representantes populares surgidos del contacto con la gente, conocemos bien el sentimiento popular de insatisfacción y muchas veces de desesperanza. A partir de ello, presento un breve balance de los rubros que examinaremos a profundidad en las sesiones programadas.
En materia económica: Este sexenio se significó por rendir culto a las variables macroeconómicas, mientras que en la microeconomía, aquella que no es virtual sino real, se ejercía una grave y sistemática violencia en cada una de las familias mexicanas: desempleo, pulverización del poder adquisitivo, aumento desorbitante del precio de los alimentos de la canasta básica, incremento mensual del precio de la gasolina, diesel y gas.
Antes de este sexenio, una familia gastaba el 45 por ciento de su ingreso en alimentos; hoy ese gasto asciende al 60 por ciento.
Quizá el indicador económico más relevante para los mexicanos sea el del precio de la tortilla. En 2006, este alimento básico costaba 5 pesos por kilo; hoy cuesta 12 pesos. Ante esta realidad ¿Dónde quedan los beneficios económicos "históricos" para los mexicanos que pregona el informe?
Que esta experiencia nos recuerde que como representantes del pueblo, seamos de un partido o de otro, no debemos perder el contacto con la realidad que se vive en cada uno de nuestros distritos.
La prioridad debe ser el mejoramiento de la economía de las familias de México. Eso es lo que espera la gente de nosotros y del próximo gobierno. También espera que la palabra que se ofrece se cumpla a cabalidad.
¿Cómo explicar a la gente el autoelogio gubernamental por la creación de empleos, cuando hay 2.6 millones de mexicanos desempleados?
¿Por qué omitir en el informe que la cantidad de personas sin empleo el día de hoy es mayor a la registrada en diciembre de 2006?
Más aún, ¿quién, con toda razón, podría hoy decir, en esta tribuna, que el presidente Felipe Calderón acreditó en los hechos ser "El Presidente del Empleo", tal cual lo prometió en su campaña?
En materia de política social el agravio a los mexicanos es, lamentablemente, aún mayor.
La gravedad es tal que el incremento de la pobreza durante el sexenio se puede medir, incluso, por minutos.
No exagero al decir que es alarmante que cada sesenta segundos 6 mexicanos engrosaron las filas de la pobreza, según información del CONEVAL.
¿Quién podría sentirse satisfecho, orgulloso, triunfalista al dejar un país de pobres?
Como generación política, independientemente del signo partidista al que pertenecemos, tenemos que asumir nuestra responsabilidad ante esta grave realidad.
El desafío inmediato es trabajar todos con el nuevo gobierno para revertir esta injusticia social: 21.2 millones de mexicanos sufren pobreza extrema; es decir, hombres, mujeres y niños que a diario despiertan, realizan sus actividades cotidianas y se van a dormir literalmente con hambre.
El CONEVAL advirtió en 2008, que 40 millones de personas estaban en alto riesgo de caer en situación de pobreza.
Con fundamento en estos datos, resulta tan ilusoria como ofensiva la aseveración presidencial de que "México es un país de clase media".
Habría que preguntarse cuál es la condición actual de estos 40 millones de mexicanos en el marco de lo que el Titular del Ejecutivo Federal denomina insistentemente "la crisis que vino de fuera".
Esperemos la próxima medición del CONEVAL, pero si como especialistas en la materia prevén, la crisis afectó realmente a quienes ya eran vulnerables, entonces al finalizar el sexenio estaríamos hablando de un país que de 112 millones de habitantes tendría, dramáticamente, casi 90 millones de pobres.
En materia de seguridad, resulta innecesario ahondar en cifras; el signo distintivo del sexenio es la muerte, la violencia, el dolor de las familias, la zozobra permanente ante la incontenible expansión del crimen.
Y frente a este cuadro de sufrimiento de los mexicanos, el Ejecutivo Federal se presume valiente, confundiendo una obligación constitucional con una hazaña personal.
Es obvio que combatir el crimen nunca ha sido una opción, ha sido, es y será siempre una obligación constitucional; por eso, es inevitable calificar de pretenciosa y megalómana la conducta presidencial de ilusionarse con que ese deber es un "imperativo categórico", consustancial a su persona y no al Estado mexicano.
En su visión, los esfuerzos institucionales son poca cosa frente a su voluntad de combatir a los criminales que "vienen del pasado."
En su sexenio dispuso de reformas legales, de presupuestos "históricos", como él mismo refiere, del mayor estado de fuerza y de la comprensión y respaldo nacional e internacional y los resultados son, claramente insatisfactorios, por decirlo suave.
Un dato contrastante: el consumo de drogas ilegales en México se incrementó drásticamente y a más temprana edad, en medio de una publicidad presidencial que dice: "para que la droga no llegue a tus hijos".
En este rubro de seguridad, el desafío que nos deja el Presidente es volver a vivir sin miedo, recuperar la tranquilidad y la paz, a partir de lo que su propio Secretario de Marina sabiamente recomienda a la próxima administración: más inteligencia y menos fuerza.
En materia política, la conducta presidencial fue muy consistente: confrontación no sólo con los diferentes órdenes de gobierno estatal y municipal, también con los poderes públicos, como el Legislativo a quien acusó de paralizar su obra y del Judicial al que acusó de corrupto.
El signo distintivo es la polarización con todos los actores políticos, sorprendentemente, hasta con los de su propio partido.
Quizá lo que más pinta de cuerpo entero al presidente es su permanente deslinde de responsabilidades.
Quienes hemos gobernado nos hemos equivocado ciertamente; pero, asumiendo el costo político que representa el error, lo reconocemos.
Contrario a esto, el presidente siempre juzgó responsable de sus fracasos a otro. Nunca se asumió como una autoridad del presente.
Cuando la culpa no fue del distante pasado, fue de los países que consumen droga y venden armas; cuando la culpa no fue de los presidentes municipales, fue de los gobernadores a quienes tildó de virreyes y caciques.
En estos seis años, la impunidad fue culpa de los jueces que dejaron salir a los criminales que él atrapó; la corrupción es culpa de los ámbitos locales, a la que está inmune el ámbito federal.
Hasta las sequías y otros fenómenos naturales, al igual que las pandemias se confabularon en su contra.
El 14 de diciembre del 2011, se escuchó elogiar en Los Pinos a quien fuera su secretario particular, cito: "La mano invisible de Dios nos dio al mejor presidente", Hasta aquí la cita.
De esta magnitud es la descripción de sí mismo que tiene el gobierno que se despide.
Siendo de un partido político distinto al del presidente, tengo el deber de reconocer en Felipe Calderón Hinojosa a un hombre que en su actuar siempre, siempre, tuvo las mejores intenciones para México.
Serán los mexicanos quienes tendrán el juicio de él y, no olvidemos, que también de nosotros.
Compañeras y compañeros legisladores: Como integrantes de esta Sexagésima Segunda Legislatura tenemos páginas en blanco por escribir.
Aprovechemos nuestro momento. Hagamos posible un marco de entendimiento en el que el diálogo y el acuerdo prevalezcan por encima de nuestras legítimas diferencias.
Hagamos posible que la convivencia y colaboración de los tres Poderes federales sea una realidad.
Que el próximo año recibamos al Ejecutivo Federal para que desde esta Tribuna rinda cuentas a la nación con la presencia del Poder Judicial.
México es un país grande, plural, fuerte, en donde todas las expresiones políticas son necesarias para resguardar un sano equilibrio democrático. Aquí todos cabemos, incluyendo las visiones más radicales.
En nada beneficia a México descalificar al adversario. Todos, absolutamente todos tenemos algo que decir desde el punto de vista de nuestras convicciones.
Reitero y aprovecho para mostrar, nuevamente, el respeto del Grupo Parlamentario del PRI a mis compañeras y compañeros legisladores de otras fracciones: del Partido Acción Nacional; del Partido de la Revolución Democrática; del Partido del Trabajo; de Movimiento Ciudadano; del Verde Ecologista y de Nueva Alianza.
Juntos, todas y todos, representamos la gran pluralidad política de México. Trabajemos juntos para transformar al país.
Enviado a través de BlackBerry de movistar
Posicionamiento del Grupo Parlamentario del PRI en la Cámara de Diputados, a cargo de la Diputada Paulina Alejandra Del Moral Vela,
jueves, 6 de septiembre de 20120 comentarios
* Ello respecto de la Glosa del VI Informe de Gobierno, en materia de política económica, durante la sesión ordinaria del jueves 06 de septiembre de 2012.
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