Llaman a católicos a la conversión, al recibir las ce­ni­zas

Pa­tri­cia Ca­rras­co


En la mi­sa de Miér­co­les de Ce­ni­za se di­jo que la im­po­si­ción de las ce­ni­zas re­cuer­da que la vi­da en la tie­rra es pa­sa­je­ra: "pol­vo eres y en pol­vo te con­ver­ti­rás", así co­mo la im­por­tan­cia de la con­ver­sión, de abrir el co­ra­zón al Crea­dor y de­jar de ser hi­pó­cri­ta, do­ble ca­ra. Ahí, el ar­zo­bis­po pri­ma­do de Mé­xi­co con­mi­nó "a la con­ver­sión de la so­cie­dad, a la re­con­ci­lia­ción y a la paz y ac­tos de amor ha­cia el pró­ji­mo".

Con­fió que en es­ta fe­cha, que ini­cia la Cua­res­ma -cua­ren­ta días que la Igle­sia mar­ca pa­ra la con­ver­sión del co­ra­zón-, se mul­ti­pli­quen los ac­tos de ca­ri­dad, de jus­ti­cia, de pie­dad, de aus­te­ri­dad, que "se­pa­mos que eso no bas­ta pa­ra la con­ver­sión a la que son lla­ma­dos".

An­te los fie­les que se die­ron ci­ta a la ce­le­bra­ción re­li­gio­sa en la Ca­te­dral Me­tro­po­li­ta­na, el car­de­nal pri­ma­do de Mé­xi­co re­cor­dó que la trans­for­ma­ción es abrir el co­ra­zón a Dios, re­gre­sar a él, acep­tar­lo en la pro­pia vi­da, "ese es el cam­bio de la ver­da­de­ra pe­ni­ten­cia, los ac­tos de pri­va­ción del cuer­po pa­ra en­fren­tar la lu­cha con­tra el ene­mi­go".

No bas­ta só­lo cam­biar de obras, de cam­biar por mé­ri­tos per­so­na­les, no bas­ta cam­biar de mo­ral, es ne­ce­sa­rio ser más crea­ti­vo, abrir el co­ra­zón, po­ner­se en sus ma­nos, agre­gó.

La con­ver­sión no só­lo con­sis­te en de­jar el mal, si­no po­ner­se en el cam­po de Dios, el do­mi­nio de Dios, esa es la ver­da­de­ra pe­ni­ten­cia a la que los fie­les es­tán lla­ma­dos.

La Cua­res­ma tie­ne sen­ti­do cuan­do se en­ca­mi­na a la ce­le­bra­ción de la Pas­cua, a ce­le­brar la muer­te y re­su­rrec­ción de Dios, no co­mo un acon­te­ci­mien­to del pa­sa­do, si­no co­mo al­go que se vi­ve en pro­pia car­ne, pa­ra que Cris­to crez­ca en Cris­to.

Se im­po­ne la ce­ni­za, agre­gó el pre­la­do, pa­ra acep­tar el sa­cri­fi­cio, do­lor y ac­tos de pie­dad que nos van ayu­dar pa­ra cam­biar ac­ti­tu­des; de di­rec­ción, de rum­bo. Ne­ce­si­ta­mos re­con­ci­liar­nos con Dios y abrir el co­ra­zón al pa­dre.

Du­ran­te la mi­sa, el car­de­nal dio la ben­di­ción de las ce­ni­zas y pos­te­rior­men­te, jun­to con otros obis­pos y sa­cer­do­tes im­pu­so la ce­ni­za a los fie­les que se die­ron ci­ta en la Ca­te­dral Me­tro­po­li­ta­na.

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