iQUE MALA MADRE!

Fotos: Luis A. Barrera

Dueño de la vivienda escuchó el llanto de la menor y subió a ver qué ocurría, y se encontró con la sorpresa de la recién nacida envuelta en una jerga; paramédicos llegaron al lugar para comprobar su estado de salud; de la progenitora nada se sabe.

Raúl Ma­cías


Su frá­gil cuer­pe­ci­to de ape­nas unas ho­ras de na­ci­da que­dó a la in­tem­pe­rie al ser aban­do­na­da en una azo­tea por su des­na­tu­ra­li­za­da ma­dre, a quien le lla­man "La Hie­na". Aún te­nía el cor­dón um­bi­li­cal; lo que quie­re de­cir que fue da­da a luz en uno de los de­par­ta­men­tos del edi­fi­cio con­ti­guo. Pe­ro sin im­por­tar las in­cle­men­cias del tiem­po, so­la­men­te fue en­vuel­ta en un pe­da­zo de jer­ga.

El due­ño de la vi­vien­da que se lo­ca­li­za en el cru­ce de las ca­lles 5 de Fe­bre­ro y M. Flo­res de la Co­lo­nia Obre­ra tu­vo una co­ra­zo­na­da y an­tes de sa­lir de su ca­sa la ma­ña­na de ayer su­bió a la azo­tea. Dio unos cuan­tos pa­sos y de pron­to es­cu­chó el llan­to de un be­bé. Vol­teó la ca­be­za pa­ra va­rios la­dos, pues se en­con­tra­ba des­con­cer­ta­do por­que en ca­sa no ha­bía un re­cién na­ci­do.

De pron­to al­go le hi­zo vol­tear has­ta don­de es­ta­ba un mon­tón de are­na; jus­to de ahí sa­lía el llan­to. Co­men­tó que se acer­có y que en­vuel­ta en un tro­zo de jer­ga se en­con­tra­ba una ni­ña que llo­ra­ba, no per­dió tiem­po pa­ra so­li­ci­tar la ayu­da de pa­ra­mé­di­cos. En lo que lle­ga­ban los so­co­rris­tas el hom­bre es­tu­vo al pen­dien­te de la be­bé, a quien cui­dó con mu­cho ca­ri­ño.

Los pa­ra­mé­di­cos se die­ron a la ta­rea de brin­dar­le los pri­me­ros au­xi­lios, al qui­tar­le la jer­ga que cu­bría a la ni­ña se per­ca­ta­ron que aún te­nía el cor­dón um­bi­li­cal; pe­ro tam­bién sín­to­mas de hi­po­ter­mia; era ur­gen­te ac­tuar pa­ra sal­var­le la vi­da, así que sin per­der el tiem­po, des­cen­die­ron de la azo­tea del buen sa­ma­ri­ta­no y con­du­je­ron a la re­cién na­ci­da a la am­bu­lan­cia y de ahí al Hos­pi­tal In­fan­til de Iz­ta­cal­co.

Con la ni­ña ba­jo cus­to­dia co­men­za­ron las in­te­rro­gan­tes. Si la me­nor no era de al­guien de esa vi­vien­da ¿de quién se­ría? Es­to por­que so­la­men­te a un la­do se en­cuen­tra un edi­fi­cio con va­rios de­par­ta­men­tos, de­jan­do es­to más in­te­rro­gan­tes que res­pues­tas, pe­ro uno de los uni­for­ma­dos que es­tu­vo "che­can­do" sa­có una con­clu­sión so­bre es­te ca­so que cau­só eno­jo en­tre los ve­ci­nos de la Co­lo­nia Obre­ra.

La be­bé tu­vo que ha­ber si­do de­po­si­ta­da en al­gún ti­po de ca­nas­ta y con un la­zo ba­ja­da has­ta el mon­tón de are­na don­de fue en­con­tra­da por el pro­pie­ta­rio de la vi­vien­da. Por ello, po­li­cías de In­ves­ti­ga­ción se han en­tre­vis­ta­do con al­gu­nos ve­ci­nos, con el fin de co­no­cer si al­gu­na mu­jer del edi­fi­cio se en­con­tra­ba em­ba­ra­za­da y de es­te mo­do in­te­rro­gar­la pa­ra sa­ber si es ella quien dio a luz a es­ta be­bé.

Los ve­ci­nos exi­gie­ron a las au­to­ri­da­des que se lo­gre la de­ten­ción de "La Hie­na", a quien di­je­ron que Dios no le de­bió ha­ber da­do el de­re­cho de ser mu­jer, por­que pu­so en ries­go la vi­da de la ni­ña al aban­do­nar­la en la azo­tea de esa ca­sa, sin te­mer que pu­die­ra per­der la vi­da.