Patricia Carrasco
"Los obispos mexicanos somos juzgados por algunos como retrógrados y discriminadores sólo porque defendemos una institución sagrada: la familia; porque expresamos nuestra convicción sobre el matrimonio a propósito del dictamen de la Suprema Corte, donde se opone a que el matrimonio sea considerado para la procreación y que se defina como el que se celebra entre un hombre y una mujer", manifestó el Cardenal Norberto Rivera Carrera.
Dijo que cuando expresan sus posturas, se escuchan críticas y agresiones contra la Iglesia, y en contra de quien está a la cabeza de la misma.
Desde la Catedral Metropolitana se elevó una oración por la familia para que por la intercesión de los sagrados corazones de Jesús y María, los hogares se llenen de amor, caridad y fe. También se oró por todos los papás de México, en el Día del Padre, para que a ejemplo de José puedan guiar a sus hijos hacia el reino de Dios.
En su homilía, el prelado resaltó que desde siempre, la nave de la Iglesia ha sufrido dificultades: persecuciones, sirenas tentadoras, calma estéril. Pero, peor que esos ataques del exterior, son las dificultades internas: los cismas, las herejías, las deserciones y las desviaciones que nunca faltan en la Iglesia, y como consecuencia de estas fuertes tempestades muchas veces nace la desconfianza y nace del corazón el grito: "maestro, ¿no te importa que nos hundamos?".
El Cardenal destacó que si estamos en un tiempo de crisis encrespado, no dudemos que después de la tempestad viene la calma.
Es cierto que la Iglesia sufre pruebas y tempestades pero también es cierto que hoy se escucha la voz del Maestro que nos dice: "¿por qué tienen tanto miedo? ¿Qué no tienen fe?". Jesús está en la barca de su Iglesia y con Él a bordo la nave no se puede hundir.
Recién publicada la Encíclica del Papa Francisco "Sea Alabado" ya es atacada y para muchos es motivo de escándalo como si no fuera un grito de alarma sobre lo que estamos haciendo en contra de nuestra "Casa Común". Ahora, Francisco defiende la vida de nuestro planeta y no faltan los ataques.
Con frecuencia, la tempestad está en nuestro corazón y no en la Iglesia. Las tentaciones, las desconfianzas, la rebelión, parece que nos sepultan. Es el momento de despertar la fe que hay en nosotros, es el momento de dirigirnos a Jesús que parece que duerme, pero que está cerca de nosotros y nos escucha. Él está esperando nuestro grito.
Definitivamente no podemos considerar la travesía de la Iglesia por la historia como una empresa puramente humana
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