Raúl Macías
Diecinueve kilómetros de amor, oraciones y paz; de júbilo y lágrimas, de calmar los dolores con rezos; de ver aunque sea unos segundos al Papa Francisco. Kilómetros que fueron iluminados por los fieles católicos; que de esta forma con las luces formaron una especie de alfombra a su paso, en clara muestra del amor que le tienen los mexicanos al sucesor de San Pedro.
Cada centímetro era ocupado por la gente. Emocionados y con lágrimas en los ojos observaban al sonriente Sumo Pontífice número 266 de la Iglesia Católica. En respuesta él alzaba su mano para ambos lados, porque durante el trayecto quienes se dieron cita parecían un río humano; donde los celulares y las lámparas cumplieron su come
Francisco, quien acogiera ese nombre como muestra de amor y respeto a las obras San Francisco de Asís, en momentos se sentaba en el sillón colocado dentro del papamóvil. Bebía agua y volvía a ponerse de pie para seguir saludando a los católicos. Niños en brazos, personas enfermas, madres adoloridas por la salud de sus hijos y hasta incapacitados estaban ahí, unidos en oración.
El lento avance del papamóvil ayudó en mucho a los fieles, porque tuvieron la oportunidad de ver al Sumo Pontífice muy de cerca, y con cámaras y celulares sacaban la fotografía del recuerdo de tan bello momento vivido por ellos; pero al pasar Su Santidad se persignaban y tomaban el banquito o sillita que llevaron para la larga espera, porque desde horas antes de que el Papa Francisco arribara a México, los 19 kilómetros ya estaban con gente presente.
Plenos de alegría veían las fotografías tomadas, sonreían y regresaban a sus hogares, por el mismo camino en el que arribaron; pero la vuelta fue la satisfactoria, la conmovida; la de paz y armonía, porque miraron de cerca el rostro del Papa, porque él desde el papamóvil les saludaba; les bendecía, y eso para los católicos fue el mágico momento soñado desde que se anunció su visita.
No sentían el frío, porque dentro de sus corazones estaba una llamarada de amor y armonía; sus cuerpos se sentían tocados por la mano de Dios, entonces no había espacio para las bajas temperaturas; así como tampoco había espacios a lo largo del trayecto, porque desde las 15:00 horas de ayer multitudes de gentes se comenzaron a colocar a lo largo del camino por donde pasaría el Papa Francisco.
Llegó el momento en que arribaba a la Nunciatura Apostólica, al mismo sitio donde lo hiciera el Papa Peregrino, Juan Pablo II. Ahí donde los mexicanos como muestra de amor y cariño acuden a llevar serenata a quienes representan a la Iglesia Católica a nivel mundial, en ese sitio de donde mañana saldrá para continuar con sus actividades, y de nueva cuenta estará acompañado por miles de mexicanos en su recorrido
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