*El Santo Padre bendijo para Ella una corona de oro y plata, y entró en el camarín donde se encuentra su imagen; ahí permaneció por un largo rato en oración. 

Luego de hacer una visita de cortesía en Palacio Nacional al Presidente de la República, Enrique Peña Nieto; recibir las "Llaves de la Ciudad" por parte del Jefe del Gobierno capitalino, Miguel Ángel Mancera, y reunirse con los Obispos del país en la Catedral Metropolitana de México, el Papa Francisco llegó a la Basílica de Guadalupe para visitar a la Morenita del Tepeyac, de quien reiteradamente se ha declarado un ferviente devoto, cumpliendo así su sueño de orar a sus pies.

Tras el mediodía, el Santo Padre estuvo en la Nunciatura Apostólica, y alrededor de las 16:00 horas partió de ahí hacia el recinto guadalupano a bordo del papamóvil, pasando por entre nutridas vallas de personas que no paraban de gritar de alegría por su visita.

Así, alrededor de las 16:45 horas, el Papa Francisco arribó al Atrio de las Américas de la Basílica de Guadalupe, que desde un par de horas antes lucía lleno, a toda su capacidad; y en compañía del Arzobispo de México, Card. Rivera Carrera; del Rector de la Basílica, Mons. Enrique Glennie Graue, y de los obispos auxiliares de la Arquidiócesis de México, se dirigió al Templo Expiatorio a Cristo Rey para orar ante el Santísimo Sacramento.

En punto de las 17:00 horas salió del templo, mejor conocido como Antigua Basílica de Guadalupe y se dirigió a la Basílica, donde presidió la Santa Misa, misma que fue concelebrada por el Arzobispo de México, así como por obispos y sacerdotes arquidiocesanos.

Tras pedir a la Virgen de Guadalupe su intercesión por la paz en nuestro país, el Santo Padre dijo que María quiso visitar a los habitantes de América en la persona del indio Juan Diego. "Así como se le presentó al pequeño Juanito, de esa misma manera se sigue haciendo presente en todos nosotros; especialmente en aquellos que, como él, sienten que no valen. El pequeño indio Juan, que se llamaba a sí mismo como 'sometido a cargo ajeno', se volvía el embajador, muy digno de confianza".

"Todos somos necesarios, especialmente aquéllos que normalmente 'no cuentan por no estar a la altura de las circunstancias' o 'por no tener el capital para la construcción de las mismas. El santuario de Dios es la vida de sus hijos, de los jóvenes expuestos a un sin fin de condiciones dolorosas, de los ancianos olvidados en tantos rincones, de nuestras familias que necesita lo minio necesario para poder construirse y levantarse", señaló el Santo Padre antes de bendecir una corona de plata y oro para la Virgen de Guadalupe, misma que entregó al Rector de la Basílica, y de dirigirse luego al camarín donde se encuentra la Guadalupana, a fin de orar ante ella por largo rato.

Por su parte, el Card. Rivera Carrera agradeció al Santo Padre su presencia en la Basílica de Guadalupe, así como su cercanía, su amor y sus palabras, "que nos hacen reconocer que debemos amar a nuestros hermanos, en especial a los más pobres y necesitados".

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