Padre Santo:
¡Bienvenido a México!, a la tierra bendita de Santa María de Guadalupe, a esta Catedral Metropolitana de la Arquidiócesis Primada de México, cuyo 470 aniversario de su erección como Arquidiócesis, ha coincidido, con su arribo a nuestro país este 12 de febrero, razón por la cual, su presencia entre nosotros la consideramos como un gesto delicado de la Divina Providencia. (otros le llaman coincidencia).
Esta grandiosa Catedral, dedicada a la gloriosa Asunción de la Virgen María, tiene el honor de recibir por segunda vez al sucesor de Pedro. Aún perdura imborrable el recuerdo de aquel 29 de enero de 1979, cuando su predecesor San Juan Pablo II celebró la primera Eucaristía en nuestro país, justamente aquí, en esta Catedral, y acuñó una frase que quedó en lo más profundo del corazón de los mexicanos: "¡México, siempre fiel!" y le podemos decir, Santo Padre, que México por la gran misericordia de Dios, ha permanecido fiel a Jesucristo, fiel a María Santísima de Guadalupe, fiel al Vicario de Cristo, y nos sentimos dichosos porque usted viene a confirmarnos en esa Fe, viene a recibir el amor y el calor de los mexicanos, viene a alentarnos en la Esperanza que no defrauda pero sobre todo, viene a confirmarnos en el compromiso cristiano, que consiste en ser testigos de aquel que murió y resucitó por nosotros y nos ha llamado a hacer presente el rostro misericordioso de Dios, que ama y vela por todos, por eso le decimos: ¡Bienvenido!, ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor!
Es un honor, Santo Padre, que Usted haya decidido tener el encuentro con los Obispos de México en este sagrado recinto, por lo que también doy la bienvenida a mis hermanos en el episcopado, y a cuantos los acompañan. Como decimos en México: Santo Padre, señores cardenales, señores obispos, están en su casa, sean bienvenidos.
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