Raúl Macías
Las 12 campanadas del reloj que abrirán camino al 2014, para millones de personas pasarán inadvertidas; simplemente quedarán como el recuerdo de otro año más de miseria, dolor y tristeza, al no tener nada que celebrar o para despedir el último de los 365 días de 2013. El dinero no alcanzó para poder contar con una cena como se hará esta noche en miles de hogares.
Sus mesas carecerán de un pavo, romeritos o bacalao; si acaso su manjar será una olla de frijoles, tortillas y agua refrescante; contrario a otros hogares donde todo se tiene planeado. Las uvas, el vino, así como la piñata y los refrescos ya fueron adquiridos. Ahí no se respirará miseria ni se beberán las lágrimas de frustración, porque serán felices brindando y cenando con sus seres queridos.
Para adultos mayores, mujeres embarazadas y sobre todo los pequeños que se instalan como siempre en las esquinas a limpiar parabrisas, a vender chicles o en los portales de las iglesias a pedir limosna de plano no tendrán que llevarse a la boca. Pero conscientes están de que no será una fiesta para despedir un año, porque al igual que los anteriores no ha mejorado su vida.
Esas campanadas que marcan el final de un año retumbarán en sus oídos como el anuncio de 12 meses que seguirán en la miseria. Tal vez a la medianoche, cuando la gente se esté abrazando y deseando que el 2014 sea mejor en sus vidas, quienes nada tienen se encontrarán dormidos, soñando con un mejor futuro para ellos y su familia, porque ya lo vivieron la noche del 24.
Más bien estarán sumidos en sus dolores de pies de tanto caminar, porque muchas de estas personas lo hacen descalzas; porque los niños lo hacen con zapatos viejos cuyas suelas tienen agujeros. Quizá los niños, con su inocencia, esperarán que la noche del 5 de enero esta ocasión los Reyes Magos sí visiten sus hogares; porque es la ilusión de todo infante.
Pero mañana los despertará la realidad; esa cruda realidad que duele, que marca su infancia, porque desde pequeños deben acostumbrarse a que lo único que se estrena es la ropa usada que algunas almas caritativas les dan y que los hace felices. Es así como muchos verán pasar el agonizante 2013 que cruelmente no les brindó una oportunidad de poder tener algo que celebrar.
Las 12 campanadas del reloj que abrirán camino al 2014, para millones de personas pasarán inadvertidas; simplemente quedarán como el recuerdo de otro año más de miseria, dolor y tristeza, al no tener nada que celebrar o para despedir el último de los 365 días de 2013. El dinero no alcanzó para poder contar con una cena como se hará esta noche en miles de hogares.
Sus mesas carecerán de un pavo, romeritos o bacalao; si acaso su manjar será una olla de frijoles, tortillas y agua refrescante; contrario a otros hogares donde todo se tiene planeado. Las uvas, el vino, así como la piñata y los refrescos ya fueron adquiridos. Ahí no se respirará miseria ni se beberán las lágrimas de frustración, porque serán felices brindando y cenando con sus seres queridos.
Para adultos mayores, mujeres embarazadas y sobre todo los pequeños que se instalan como siempre en las esquinas a limpiar parabrisas, a vender chicles o en los portales de las iglesias a pedir limosna de plano no tendrán que llevarse a la boca. Pero conscientes están de que no será una fiesta para despedir un año, porque al igual que los anteriores no ha mejorado su vida.
Esas campanadas que marcan el final de un año retumbarán en sus oídos como el anuncio de 12 meses que seguirán en la miseria. Tal vez a la medianoche, cuando la gente se esté abrazando y deseando que el 2014 sea mejor en sus vidas, quienes nada tienen se encontrarán dormidos, soñando con un mejor futuro para ellos y su familia, porque ya lo vivieron la noche del 24.
Más bien estarán sumidos en sus dolores de pies de tanto caminar, porque muchas de estas personas lo hacen descalzas; porque los niños lo hacen con zapatos viejos cuyas suelas tienen agujeros. Quizá los niños, con su inocencia, esperarán que la noche del 5 de enero esta ocasión los Reyes Magos sí visiten sus hogares; porque es la ilusión de todo infante.
Pero mañana los despertará la realidad; esa cruda realidad que duele, que marca su infancia, porque desde pequeños deben acostumbrarse a que lo único que se estrena es la ropa usada que algunas almas caritativas les dan y que los hace felices. Es así como muchos verán pasar el agonizante 2013 que cruelmente no les brindó una oportunidad de poder tener algo que celebrar.
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