Patricia Carrasco
"En nuestros días, por desgracia, muchos niños sufren y son amenazados, padecen hambre y miseria, mueren a causa de enfermedades que fácilmente podrían ser curadas, mueren por desnutrición, no tienen posibilidad de recibir educación, parecen como víctimas de la guerra", lamentó la Iglesia Católica capitalina.
"No tienen posibilidad de recibir educación, padecen como víctimas de la guerra, son abandonados muchos de ellos por sus mismos padres y condenados a vivir sin hogar, privados del calor de una familia propia", manifestó el arzobispo primado de México.
En su homilía, el prelado lamentó que muchos niños además soportan de muchas formas violencia y abusos por parte de los adultos, por lo que se necesita el compromiso de todos para protegerlos.
Durante la misa dominical en la Catedral Metropolitana, el religioso convocó a los feligreses a crecer en sabiduría para ayudar a los niños, sobre todo a quienes padecen hambre, son abandonados por sus padres y explotados por los adultos.
Millones de niños, agregó, "son privados de recibir educación, son privados de vivir en una familia propia, soportan de muchas formas violencias y abusos de los adultos".
También reiteró su rechazo al aborto. "Muchos niños y niñas mueren en el seno de su madre asesinados por quienes más los debían cuidar".
En la oración a los fieles, se elevó una oración por los gobernantes y los que dirigen nuestros pueblos, para que en todas sus actuaciones cumplan con la voluntad de Dios Padre.
Se rezó por los jóvenes que realizan la llamada de Dios y por todos aquellos que en los seminarios se preparan para difundir la buena noticia por todo el mundo.
"Por todas las personas que se encuentran lejos de Dios, o lo buscan donde no se encuentra, para que atiendan la invitación que el Señor les hace al seguirle. Por todos los niños que nacerán este año y por todos los que a través del bautismo se incorporan a la Iglesia que Cristo fundó".
Al concluir la ceremonia religiosa se entregaron juguetes a los niños que acudieron a la Catedral Metropolitana, con motivo del Día de Reyes, obsequio de parte de una televisora.
En el sermón, el arzobispo señaló que se podría hablar muchas cosas maravillosas del bautismo de Jesús, pero lo verdaderamente admirable es que ahí se nos presenta chorreando agua y empapado del Espíritu Santo, escuchando la voz del cielo cuando El Padre le dice: "Tú eres mi Hijo amado; yo tengo en ti mis complacencias".
Pero si Jesús es el más amado por Dios entre los hombres, también todos los bautizados somos hijos queridos por el Dios, por eso San Juan exclama entusiasmado en una de sus cartas.
"Miren si es grande el amor que Dios nos tiene, que no sólo nos llamamos, sino que somos hijos suyos".
Esto es lo que nos sucede en nuestro bautismo, no con una adopción que queda en un papel, sino con una adopción real e interior, ya que por nuestro cuerpo y nuestra alma corre la vida divina, la gracia de Dios, indicó el arzobispo.
"Ustedes habrán visto que algunos niños presumen que son hijos de fulano de tal o de mengano... los adultos con frecuencia presumimos los títulos o los grados académicos. Lo que realmente deberíamos presumir es nuestro mayor título: hijo de Dios. Pero no sólo presumirlo, sino como Jesús, con las obras demostrarlo", refirió.
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"En nuestros días, por desgracia, muchos niños sufren y son amenazados, padecen hambre y miseria, mueren a causa de enfermedades que fácilmente podrían ser curadas, mueren por desnutrición, no tienen posibilidad de recibir educación, parecen como víctimas de la guerra", lamentó la Iglesia Católica capitalina.
"No tienen posibilidad de recibir educación, padecen como víctimas de la guerra, son abandonados muchos de ellos por sus mismos padres y condenados a vivir sin hogar, privados del calor de una familia propia", manifestó el arzobispo primado de México.
En su homilía, el prelado lamentó que muchos niños además soportan de muchas formas violencia y abusos por parte de los adultos, por lo que se necesita el compromiso de todos para protegerlos.
Durante la misa dominical en la Catedral Metropolitana, el religioso convocó a los feligreses a crecer en sabiduría para ayudar a los niños, sobre todo a quienes padecen hambre, son abandonados por sus padres y explotados por los adultos.
Millones de niños, agregó, "son privados de recibir educación, son privados de vivir en una familia propia, soportan de muchas formas violencias y abusos de los adultos".
También reiteró su rechazo al aborto. "Muchos niños y niñas mueren en el seno de su madre asesinados por quienes más los debían cuidar".
En la oración a los fieles, se elevó una oración por los gobernantes y los que dirigen nuestros pueblos, para que en todas sus actuaciones cumplan con la voluntad de Dios Padre.
Se rezó por los jóvenes que realizan la llamada de Dios y por todos aquellos que en los seminarios se preparan para difundir la buena noticia por todo el mundo.
"Por todas las personas que se encuentran lejos de Dios, o lo buscan donde no se encuentra, para que atiendan la invitación que el Señor les hace al seguirle. Por todos los niños que nacerán este año y por todos los que a través del bautismo se incorporan a la Iglesia que Cristo fundó".
Al concluir la ceremonia religiosa se entregaron juguetes a los niños que acudieron a la Catedral Metropolitana, con motivo del Día de Reyes, obsequio de parte de una televisora.
En el sermón, el arzobispo señaló que se podría hablar muchas cosas maravillosas del bautismo de Jesús, pero lo verdaderamente admirable es que ahí se nos presenta chorreando agua y empapado del Espíritu Santo, escuchando la voz del cielo cuando El Padre le dice: "Tú eres mi Hijo amado; yo tengo en ti mis complacencias".
Pero si Jesús es el más amado por Dios entre los hombres, también todos los bautizados somos hijos queridos por el Dios, por eso San Juan exclama entusiasmado en una de sus cartas.
"Miren si es grande el amor que Dios nos tiene, que no sólo nos llamamos, sino que somos hijos suyos".
Esto es lo que nos sucede en nuestro bautismo, no con una adopción que queda en un papel, sino con una adopción real e interior, ya que por nuestro cuerpo y nuestra alma corre la vida divina, la gracia de Dios, indicó el arzobispo.
"Ustedes habrán visto que algunos niños presumen que son hijos de fulano de tal o de mengano... los adultos con frecuencia presumimos los títulos o los grados académicos. Lo que realmente deberíamos presumir es nuestro mayor título: hijo de Dios. Pero no sólo presumirlo, sino como Jesús, con las obras demostrarlo", refirió.
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