MIACATLAN, Mor, OEM).- Despedido entre festejos, como fue su última voluntad, Edgar Tamayo Arias regresó a la tierra que lo vio nacer, para soñar eternamente; baile de chinelos, juegos pirotécnicos y música lo acompañaron en la velación.
Después de veinte años el morelense tal como lo quiso, con música, chinelos y aplausos, como una verdadera fiesta regresó a su pueblo.
Como también fue su voluntad, la gente acudió con ropa de color y no de luto, para celebrar el regreso de un hombre que buscó un sueño.
Al llegar a casa paterna, los músicos tocaron la melodía "Puño de Tierra" y "El Hijo Desobediente".
En la puerta se colocó la bandera de México y una cartulina con la leyenda: "hoy llega nuestro querido hermano".
Salió hace dos décadas persiguiendo el sueño americano. Regresó de Houston, Texas, en un féretro.
Filas de paisanos con veladoras en mano esperaron en la orilla del camino a casa de sus padres para ver pasar el féretro.
Fue a las 0:38 horas locales de hoy cuando en la entrada del poblado aparecieron varias patrullas que escoltaron la carroza hasta la entrada de la alcaldía de Miacatlán, y de ahí a la casa paterna.
Hermanos, primos y tíos cargaron el féretro hasta el domicilio, en cuya puerta exterior lucía un moño negro.
Alma Tamayo, hermana de Edgar, lucía desconsolada, pues viajó con el cuerpo desde Estados Unidos.
Desde las 19:00 horas de ayer viernes, vecinos, amigos y familiares se congregaron en la calle Cuauhtémoc, Colonia Centro, para esperar el féretro.
En los primeros minutos de hoy el señor Héctor Tamayo recibió la noticia de que su hijo estaba en Cuernavaca, y que sería escoltado por cinco patrullas de la Policía Municipal.
A la orilla del camino dos filas humanas, con veladora encendida en mano, se colocaron en la entrada del municipio para recibir los restos de su paisano.
El altavoz de una patrulla rompió el silencio para anunciar el arribo de Edgar Tamayo.
Los parientes cercanos esperaron en Los Arcos, uno de los accesos principales de Miacatlán, la carrosa.
Cumplieron la última voluntad de Edgar Tamayo Arias: darle la bienvenida entre porras, cohetes y música de viento, tal como a él le gustaba.
A paso lento el cortejo recorrió las calles principales hasta llegar a la casa de la familia Tamayo Arias, donde ya lo esperaban sus padres, don Héctor y la señora Isabel.
Edgar regresó al hogar que ya no pudo volver a ver; la música tocó y tocó, cada una de las canciones que le gustaron, mientras la gente pasaba respetuosa a despedirse y dar la condolencia a los deudos.
Circuló una carta, que se dijo él escribió de despedida, decía: "De testigos no quiero a nadie... Yo quiero que me recuerden todos contentos y, como dice la canción de Pepe Aguilar, '...recuérdame bonito y no acostado...' -y advierte-: "no voy a contestar todas mis cartas. Ya no tengo tiempo. Si acaso perdemos, por ahí déjales saber a quienes me apoyaron que les doy las gracias, y que me perdonen por no haber contestado, pero no hay nada que hacer, ya no hay tiempo, por lo pronto me despido de ti".
Y se agrega: "sé que los designios de Dios son misteriosos, pero a veces me gustaría que nos ayudara a entenderlos un poco más... no puede entenderse desde la lógica humana, pero yo sé que tiene un plan maestro y sé que algo bueno puede venir de lo que vemos como malo".
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