Patricia Carrasco
La Iglesia Católica rezó por todos los afectados y fallecidos en los desastres naturales en el país, como el caso del huracán "Odile", que a su pasó dejó muerte, grave pérdidas en casas, infraestructura y gran desolación, en varios municipios de Baja California Sur, asimismo, oró por los fallecidos en los sismos del 19 y 20 de septiembre de 1985.
En la misa dominical en la Catedral Metropolitana se elevó una oración para que los dirigentes de las naciones sean justos y honestos en su labor de gobierno.
También se rezó por los miles de mexicanos que no encuentran trabajo, para que no se desanimen en su búsqueda y que pronto tengan un resultado positivo.
Los fieles presentes también pidieron por los enfermos de Alzheimer, luego que se dio a conocer que en nuestro país, ésta afecta a uno de cada 10 alumnos mayores de 65 años, y los que están desanimados, para que pronto puedan recuperar su salud.
Y nuevamente se oró por los cristianos perseguidos en Irak.
En su homilía, el arzobispo primado de México manifestó que Jesús ha venido para todos, pero muestra un amor preferencial por los pequeños, los pobres y los pecadores y quizá por esto se sentían ofendidos los que se creían justos.
"Nuestro Salvador explica su comportamiento remitiéndose a la misericordia del Padre. Dios, viene a decirnos, es un amo que se comporta de forma muy distinta a nuestros criterios legalistas y de justicia".
El comportamiento de Jesús, que acoge a los pecadores y marginados, manifiesta que el amor está por encima de todo y que el Reino de los Cielos es una oferta de gracia, es un regalo inmerecido, es un don fruto de su amor y su generosidad, y no algo que merecemos por nuestras obras, aunque nos pida esfuerzo, trabajo y compromiso en el trabajo de su viña.
El prelado sostuvo que la parábola de los obreros de la viña nos recuerda a los creyentes algo de suma importancia: con un corazón envidioso no se puede entender al Dios bueno que anuncia Jesús.
Un Dios que es amor no puede ser descubierto por la mirada interesada de unos hombres y mujeres que sólo piensan en su propio provecho, utilidad o disfrute egoísta. Un Dios que es acogida y ternura gratuita para todos no puede ser captado por los que proclaman como valor máximo sólo las leyes y la justicia humana.
Agregó: un Dios del que pretendemos apropiarnos y al que intentamos utilizar para aplicar nuestros criterios de justicia, de venganza y hasta de odio, no es el Dios anunciado por Jesús. Dios es bueno con todos, lo merezcamos o no, seamos creyente, agnósticos o ateos.
La escena de los jornaleros que esperan en la plaza a que el dueño de una viña los contrate para trabajar en su campo no es un caso imaginativo, sino que refleja bien la situación de Galilea en tiempos de Jesús.
El propietario de una viña contrata a unos jornaleros, a primera hora de la mañana, por un denario al día. Hasta aquí todo parece normal.
Pero luego el amo llama también a otros obreros a lo largo del día, incluso hasta una hora antes del término de la jornada.
A los que son llamados en las últimas horas el dueño de la viña no expresa cuánto les va a pagar, simplemente les dice: "Vayan también ustedes a mi viña y les pagaré lo que sea justo".
Hábilmente la parábola nos encamina a los oyentes a preguntarnos: ¿cuánto les pagará a los últimos?
La respuesta es desconcertante e inesperada; el amo da a todos la misma paga. No es justo, vienen a decir los obreros contratados en la primera hora. Y, evidentemente, lo mismo pensamos nosotros los oyentes: una sola hora de trabajo no merece la misma paga que una jornada entera.
En la misa dominical en la Catedral Metropolitana se elevó una oración para que los dirigentes de las naciones sean justos y honestos en su labor de gobierno.
Los fieles presentes también pidieron por los enfermos de Alzheimer, luego que se dio a conocer que en nuestro país, ésta afecta a uno de cada 10 alumnos mayores de 65 años, y los que están desanimados, para que pronto puedan recuperar su salud.
Y nuevamente se oró por los cristianos perseguidos en Irak.
En su homilía, el arzobispo primado de México manifestó que Jesús ha venido para todos, pero muestra un amor preferencial por los pequeños, los pobres y los pecadores y quizá por esto se sentían ofendidos los que se creían justos.
El comportamiento de Jesús, que acoge a los pecadores y marginados, manifiesta que el amor está por encima de todo y que el Reino de los Cielos es una oferta de gracia, es un regalo inmerecido, es un don fruto de su amor y su generosidad, y no algo que merecemos por nuestras obras, aunque nos pida esfuerzo, trabajo y compromiso en el trabajo de su viña.
El prelado sostuvo que la parábola de los obreros de la viña nos recuerda a los creyentes algo de suma importancia: con un corazón envidioso no se puede entender al Dios bueno que anuncia Jesús.
Un Dios que es amor no puede ser descubierto por la mirada interesada de unos hombres y mujeres que sólo piensan en su propio provecho, utilidad o disfrute egoísta. Un Dios que es acogida y ternura gratuita para todos no puede ser captado por los que proclaman como valor máximo sólo las leyes y la justicia humana.
Agregó: un Dios del que pretendemos apropiarnos y al que intentamos utilizar para aplicar nuestros criterios de justicia, de venganza y hasta de odio, no es el Dios anunciado por Jesús. Dios es bueno con todos, lo merezcamos o no, seamos creyente, agnósticos o ateos.
La escena de los jornaleros que esperan en la plaza a que el dueño de una viña los contrate para trabajar en su campo no es un caso imaginativo, sino que refleja bien la situación de Galilea en tiempos de Jesús.
El propietario de una viña contrata a unos jornaleros, a primera hora de la mañana, por un denario al día. Hasta aquí todo parece normal.
Pero luego el amo llama también a otros obreros a lo largo del día, incluso hasta una hora antes del término de la jornada.
A los que son llamados en las últimas horas el dueño de la viña no expresa cuánto les va a pagar, simplemente les dice: "Vayan también ustedes a mi viña y les pagaré lo que sea justo".
Hábilmente la parábola nos encamina a los oyentes a preguntarnos: ¿cuánto les pagará a los últimos?
La respuesta es desconcertante e inesperada; el amo da a todos la misma paga. No es justo, vienen a decir los obreros contratados en la primera hora. Y, evidentemente, lo mismo pensamos nosotros los oyentes: una sola hora de trabajo no merece la misma paga que una jornada entera.
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