Patricia Carrasco
La Iglesia Católica elevó una oración y pidió a la Virgen de Guadalupe -que cuida amorosamente la salud de los enfermos-, por el jefe de gobierno del Distrito Federal, Miguel Angel Mancera Espinosa, quien el viernes pasado se sometió a una cirugía de corazón abierto de urgencia, por un trastorno de su ritmo cardiaco, para que se recupere pronto de sus malestares y pueda cumplir con la encomienda para la que fue electo.
En la fiesta de los fieles difuntos, los presentes en la Catedral Metropolitana, oraron también por sus familias, "hoy conmemoramos a los hermanos difuntos: parientes, amigos, todos los cristianos de quienes la muerte nos ha separado. Pero esta separación la vemos a la luz de nuestra fe".
El clero argumentó que no se debe enfrentar la muerte llenos de temor y pesimismo, como los que no tienen fe, pensado que la sepultura es el final de todo; dijo que hay países donde no se puede hablar de la muerte, porque todos tienen miedo.
En la capilla de San Pedro, en otras donde están colocadas las reliquias de los santos, se pusieron ofrendas para lo cual invitaron a los creyentes a pasar a visitarlas.
Para los cristianos esta fiesta tiene fuertes raíces en la resurrección de Cristo y nos lanza con esperanza al futuro, resaltó.
"Consuélense, pues, unos a otros, con estas palabras", atajó.
El misterio de la muerte, ante el que esta celebración nos coloca, suscita en nosotros sentimientos de tristeza que son naturales, respetables y de los que no debemos avergonzarnos. La muerte causa una separación entre nosotros y las personas que amamos. Esta separación nos duele.
A la muerte no la podemos considerar como un hecho aislado, sino como culminación de toda la vida. Por eso Jesús dice antes de morir: "todo está cumplido".
Con qué serenidad y paz esperaríamos la muerte si nuestro alimento fuera "hacer la voluntad de Dios, nuestro Padre".
El pensamiento de la muerte siempre será saludable si nos hace crecer humanamente, si nos alienta a vivir esta etapa de la vida en plenitud, si nos impulsa a cumplir con la vocación por la que estamos en este mundo.
"Son muchos los pecados y miserias humanas que tenemos y que nos pueden llenar de miedo ante la muerte: confiemos plenamente en la misericordia de Dios.
"Son muchos los motivos de rebeldía y desesperación que nos pueden invadir cuando la muerte se ha hecho presente en nuestra vida: confiemos plenamente en la sabiduría de Dios, nuestro Padre".
Son muchos los juicios que podríamos hacer de aquellos que han muerto: pongámoslos confiadamente en las manos del Padre que es rico en clemencia y lleno de misericordia.
La fiesta de los fieles difuntos la celebramos con la Santa Misa y en el momento central decimos: "este es el sacramento de nuestra fe" y todo el pueblo aclama: "anunciamos tu muerte, proclamamos tu resurrección. Ven Señor Jesús"
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