Fotos: Luis A. Barrera
En los momentos en que un trabajador y sus compañeros subían unos muebles a un edificio de la Colonia Narvarte, la tragedia cayó de arriba, porque un polín que se encontraba mal colocado en ese lugar en donde se hacían unas reparaciones, le golpeó la cabeza y murió; sus "cuates" nada pudieron hacer por él pues el golpe fue fatal: muerte por traumatismo craneoencefálico.
Por desgracia ahí estaba Jorge, en el lugar y hora equivocada y el madero le golpeó la cabeza y cayó desvanecido; su cabeza comenzó a sangrar y sus compañeros de trabajo se acercaron; no escuchaban los latidos de su corazón, y entones las lágrimas se comenzaron a juntar en sus ojos: su amigo había dejado de existir, nada se podía hacer, más que dar la mala noticia a la familia.
No tardaron mucho en aparecer los familiares, a un costado de unos muebles que esperaban ser subidos, se encontraba Jorge. Su cabeza y cara manchadas de sangre daban cuenta de la tragedia. De pronto al llanto, dolor y sufrimiento por la desgracia: su mirada se clavaba en un punto inexistente, en ese punto cuando se recuerda lo pasado, lo vivido, lo que ahora se añorará.
Las lágrimas impedían ver los rostros claros: todos eran culpables por el descuido; pero fue el destino, jamás pensaron que un polín se encontraba suelto en el inmueble a donde tenían que hacer el servicio. Por lo que la familia tuvo que ser llamada, para que identificaran al ahora occiso, quien pereció trabajando en busca de mejorar su familia.
Es lo que su familia recuerda, que se trató de un hombre que todos los días salía a trabajar, a buscar la oportunidad de vida para sacar adelante a su familia, pero ayer, quizá se despidió de sus familiares en la mañana; fue el último beso o hasta al rato que recibió de él, y hoy, acompañado de ellos, sin querer, les deja la tristeza amarga: el adiós final, o el hasta pronto.
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