Raúl Macías, Foto: Sergio Vázquez
Este angelito, de quien por obvias razones se omite su nombre, iba en su bicicleta sobre la calle Víctor Hugo y al llegar a Mariano Escobedo, en Polanco, un "cafre del volante" de la ruta 2 ignorando cualquier señalamiento lo atropelló, al caer el infante una de las llantas del transporte público pasó sobre su cabeza; la gente quedó impactada al ver el cuerpo inerte del menor.
El causante de la desgracia intentó huir del lugar, pero unos usuarios lograron evitar que se fuera y esperaron la llegada de los policías para entregarlo. La gente estaba enardecida; molesta porque los camioneros y microbuseros "se sienten los dueños de las calles"; y esta fue otra ocasión en la que enlutan un hogar por ir "peleando" el pasaje y ganar más dinero.
Trece años tenía el menor y su único delito fue estar en el lugar menos indicado y ahora, aunque sus padres tienen en el cielo un angelito, en sus corazones destrozados solamente buscarán los días de felicidad y las alegrías que les dio; su risa resonará en sus oídos como un taladro que removerá las fibras más sensibles; pero ayer fue el adiós, el hasta pronto, sólo esperan justicia.
Para el chofer el culpable fue el menor, pero para quienes vieron lo ocurrido, es responsable el conductor de esa unidad, ahora bautizada como "el camión de la muerte", el bus que robó una infancia, el transporte que era conducido a exceso de velocidad y que por ese motivo no alcanzó a frenar y ocasionó una desgracia; tragedia que estará presente en el corazón de los padres del niño.
Quizá el conductor del camión lleve su proceso en libertad, si es catalogado como imprudencial; pero en su mente llevará la culpa de que pudo haber evitado esa tragedia, si en vez de circular a exceso de velocidad hubiera respetando lo que marca el Reglamento de Tránsito Metropolitano, pero eso le corresponderá a un juez; a él, vivir con el remordimiento, si acaso le llega.
Tras la espera de los peritos y el agente del ministerio público de la Delegación Miguel Hidalgo, llegó la despedida momentánea del cuerpo, más no del alma y del recuerdo que sus padres tienen del infante, que ya se encuentra con Dios, como dijeron algunos de los pasajeros que lamentaban ir en el camión que le arrebató la vida a un niño, aunque en eso ellos no tienen culpa
.
Publicar un comentario