Re­zan aquí por el éxi­to de su mi­sión en la is­la y Es­ta­dos Uni­dos

lunes, 21 de septiembre de 20150 comentarios



Pa­tri­cia Ca­rras­co; Foto: Ignacio Huitzil

Des­de la Ca­te­dral Me­tro­po­li­ta­na se ele­vó una ora­ción y el res­pon­so por las 6,000 a 20,000 per­so­nas que fa­lle­cie­ron du­ran­te los sis­mos del 19 y 20 de sep­tiem­bre de 1985 en la Ciu­dad de Mé­xi­co, "es­cu­cha nues­tras sú­pli­cas pa­ra que a 30 años de los sis­mos de 1985, Dios ten­ga mi­se­ri­cor­dia y nos cu­bra con su pro­tec­ción". Tam­bién se pi­dió por los ocho tu­ris­tas me­xi­ca­nos fa­lle­ci­dos en Egip­to, pa­ra que el Se­ñor les con­ce­da go­zar del rei­no eter­no, que a to­dos los caí­dos, el Crea­dor les dé el des­can­so eter­no.

Se oró por el Pa­pa Fran­cis­co, pe­re­gri­no y mi­sio­ne­ro en Cu­ba y Es­ta­dos Uni­dos, pa­ra que su via­je apos­tó­li­co rin­da fru­tos abun­dan­tes; tam­bién se re­zó por los or­ga­nis­mos in­ter­na­cio­na­les que co­la­bo­ra­ron ha­ce 30 años, en la re­cons­truc­ción de la Ciu­dad de Mé­xi­co, de­vas­ta­da tras los sis­mos de sep­tiem­bre de 1985, pa­ra que si­gan tra­ba­jan­do por el bie­nes­tar de los pue­blos.

Por los ni­ños y las ni­ñas pa­ra que ba­jo nues­tro cui­da­do crez­ca en sa­bi­du­ría, pru­den­cia y gra­cias a los ojos de Dios; por to­dos aque­llos que si­mu­lan, en­ga­ñan y obli­gan a los ni­ños a co­me­ter ac­tos en con­tra de su dig­ni­dad y en me­nos­ca­bo de su per­so­na, pa­ra que Dios les con­ce­da el arre­pen­ti­mien­to sin­ce­ro y el per­dón de sus pe­ca­dos.

Así co­mo por los lo­ca­ta­rios y co­mer­cian­tes del mer­ca­do de La Mer­ced, So­no­ra y Ja­mai­ca, que en es­tos días fes­te­jan su ani­ver­sa­rio, pa­ra que ob­ser­van­do en sus com­pras y ven­tas la jus­ti­cia y la ca­ri­dad con­tri­bu­yan al bien co­mún y al pro­gre­so de sus co­mu­ni­da­des y fa­mi­lias.

En su ho­mi­lía, el Car­de­nal Nor­ber­to Ri­ve­ra con­vo­có a "de­fen­der y pro­te­ger al ni­ño des­de el ki­ló­me­tro ce­ro de su con­cep­ción, lu­chan­do con­tra la cul­tu­ra de la muer­te en sus ex­pre­sio­nes más va­ria­das".

Agre­gó: "la Igle­sia de­be ejer­cer el mi­nis­te­rio pro­fé­ti­co de­nun­cian­do to­da vio­la­ción con­tra los ni­ños na­ci­dos y no na­ci­dos. Ni­ños de la ca­lle, que deam­bu­lan día y no­che sin ho­gar ni fu­tu­ro. Ni­ños sin fa­mi­lia, sin amor, sin ac­ce­so a la edu­ca­ción, es de­cir, ni­ños en ex­tre­ma mi­se­ria fí­si­ca y mo­ral, mu­chas ve­ces con­se­cuen­cia de la de­sin­te­gra­ción fa­mi­liar".

La­men­tó el abe­rran­te co­mer­cio de ni­ños y ni­ñas, trá­fi­co de ór­ga­nos y has­ta ni­ños uti­li­za­dos pa­ra cul­tos sa­tá­ni­cos. Ni­ños ex­plo­ta­dos la­bo­ral­men­te en con­di­cio­nes in­fra­hu­ma­nas. Ni­ños víc­ti­mas del des­plie­gue ma­si­vo de ini­cia­ción a las dro­gas. Ni­ños in­de­fen­sos an­te la exal­ta­ción de la vio­len­cia, el ero­tis­mo y el ma­te­ria­lis­mo de la so­cie­dad de con­su­mo.

El je­rar­ca ca­tó­li­co re­fi­rió que mien­tras es­tas la­cras man­chen nues­tra ci­vi­li­za­ción, no po­de­mos es­tar con los bra­zos cru­za­dos y con la con­cien­cia tran­qui­la. Los cris­tia­nos te­ne­mos que acer­car­nos a Je­sús, que en el evan­ge­lio de hoy y en di­ver­sas oca­sio­nes se mues­tra tan aman­te de los ni­ños, pa­ra ins­pi­rar­nos en su ejem­plo y ma­gis­te­rio.

Re­co­no­ció que si bien se ha avan­za­do en el apre­cio de la ni­ñez por par­te de la so­cie­dad, co­mo lo de­ja cla­ro el ha­ber lle­ga­do a la "De­cla­ra­ción uni­ver­sal de los de­re­chos del ni­ño", fir­ma­da por la ma­yo­ría de los paí­ses, "por des­gra­cia", es­ta de­cla­ra­ción mu­chas ve­ces se que­da en el pa­pel, mien­tras el ni­ño si­gue sien­do víc­ti­ma de la so­cie­dad adul­ta.

"Ni­ños ex­plo­ta­dos la­bo­ral­men­te en con­di­cio­nes in­fra­hu­ma­nas. Ni­ños víc­ti­mas del des­plie­gue ma­si­vo de ini­cia­ción a las dro­gas. Ni­ños in­de­fen­sos an­te la exal­ta­ción de la vio­len­cia, el ero­tis­mo y el ma­te­ria­lis­mo de la so­cie­dad de con­su­mo".

Los cris­tia­nos te­ne­mos que acer­car­nos a Je­sús, que en el evan­ge­lio de hoy y en di­ver­sas oca­sio­nes se mues­tra tan aman­te de los ni­ños, pa­ra ins­pi­rar­nos en su ejem­plo y ma­gis­te­rio. 

En es­te mis­mo con­tex­to, San Ma­teo nos trans­mi­te otra fra­se más fuer­te y exi­gen­te: "si no cam­bian y si no se ha­cen co­mo ni­ños, cier­ta­men­te no van a en­trar al Rei­no de los cie­los".

"De­jen que los ni­ños se acer­quen a mí y no se lo im­pi­dan, por­que de ellos es el Rei­no de los cie­los". Una de las po­cas ve­ces que Je­sús es­ta­lla en có­le­ra se re­gis­tra cuan­do pien­sa en el que es­can­da­li­za a los ni­ños: "más le val­dría que le col­ga­ran al cue­llo una pie­dra de mo­li­no y lo echa­ran al mar"
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