Patricia Carrasco
En la misa dominical en la Catedral Metropolitana se elevó una oración por los 16 jefes delegaciones que esta semana iniciaron sus actividades en el Distrito Federal, para que libres de todo deseo personal y político puedan buscar y promover el verdadero bien de cada ciudadano y trabajen por la justicia y la paz en sus demarcaciones.
También se rezó por los obispos y padres reunidos en Roma para el Sínodo Ordinario para la Familia -que el Papa Francisco inauguró con una misa en la basílica de San Pedro, cuyo encuentro busca analizar el rol de la familia en la actualidad-; y en especial por el cardenal Norberto Rivera Carrera, para que guiados por el espíritu Santo, escruten con fe y sabiduría la voluntad del padre y conduzcan a los hermanos en el auténtico seguimiento de Jesús.
En ausencia del Cardenal Rivera, quien se encuentra en el Vaticano, el canónigo y teólogo Julián Arturo López Amozurrutia, encabezó la oración de los fieles y ahí se oró por los jóvenes y parejas que pronto van a recibir el sacramento del matrimonio, para que agradecidos por el don de la vida y el amor, puedan descubrir la belleza de la generosidad y la fidelidad y estén siempre dispuestos al sacrificio y al perdón.
Los fieles presentes también pidieron por las familias que experimentan tribulación y sufrimiento, para que consolados por la gracia de Dios y por el apoyo de la familia, amigos e instituciones puedan descubrir la paz y la esperanza.
En su homilía, el canónigo de la Catedral Metropolitana de México, comentó que Jesús no parte de una concepción del matrimonio como contrato económico, sino de la dignidad de las personas vislumbradas desde el proyecto original de Dios.
Las palabras de Jesús no dan lugar para las confusiones... "Por eso, dejará el hombre a su padre y a su madre y se unirá a su esposa y serán los dos una sola carne. De modo que ya no son dos, sino una sola carne. Por eso, lo que Dios unió, que no lo separe el hombre". Ya en casa, los discípulos le volvieron a preguntar sobre el asunto. Jesús les dijo: "si uno se divorcia de su esposa y se casa con otra, comete adulterio contra la primera. Y si ella se divorcia de su marido y se casa con otro, comete adulterio".
Si el divorcio es fractura de la única carne que se ha constituido por el matrimonio, el volverse a casar se equipará al adulterio, una práctica del sentido común se conoce como traicionera.
Se acercaron a Jesús unos fariseos y le preguntaron, para ponerlo a prueba: "¿le es lícito a un hombre divorciarse de su esposa?". Él les respondió: "¿qué les prescribió Moisés?". Ellos contestaron: "Moisés nos permitió el divorcio mediante la entrega de un acta de divorcio a la esposa". Jesús les dijo: "Moisés prescribió esto, debido a la dureza del corazón de ustedes".
Pero desde el principio, al crearlos, Dios los hizo hombre y mujer. Después de esto, la gente le llevó a Jesús unos niños para que los tocara, pero los discípulos trataban de impedirlo. Al ver aquello, Jesús se disgustó y les dijo: "dejen que los niños se acerquen a mí y no se lo impidan, porque el Reino de Dios es de los que son como ellos.
Les aseguro que el que no reciba el Reino de Dios como un niño, no entrará en él". Después tomó en brazos a los niños y los bendijo imponiéndoles las manos.
Cuando la trampa del divorcio parece una solución rápida a muchos problemas, apelar al principio vuelve a ser el único camino seguro, para rescatar a la humanidad en su dignidad primigenia.
López Amozurrutia explicó: "Jesús no cae en la trampa de los fariseos, y para ello, distinguirá la originaria intención de Dios, quien ha querido una unión indisoluble entre el hombre y la mujer. Moisés había permitido la entrega de una carta de divorcio para tutelar a la mujer de la mendicidad o de la prostitución.
"El amor entre un hombre y una mujer es una realidad santa y maravillosa. Toda traición y adulterio no solamente lastima el amor prometido y provoca dolor en sus primeras víctimas -los hijos-, sino que Dios mismo es ignorado y su proyecto pisoteado".
El amor entre un hombre y una mujer es fuente de alegría, paz, mansedumbre, benevolencia, generosidad, ternura, solidaridad y caridad. En el amor, el hombre y la mujer encuentran la auténtica plenitud de un "tú" que se abre y se dona a otro "tú" para formar un "nosotros": "una sola carne". Ayuda, Señor, a los esposos para que asuman su matrimonio cristiano en una paternidad y maternidad responsables, signos de comunión y de misión que consolidan la Iglesia doméstica. "Lo que Dios unió, que no lo separe el hombre"
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