Patricia Carrasco
Ante los recientes atentados en París, Francia, y Mali; México; "no puede regatear su apoyo a la guerra contra el terrorismo escudándose en la no intervención", pues de asumir esa postura pusilánime, tarde o temprano seremos víctimas de un terrorismo que por ahora sólo vemos de lejos, pero que ni siquiera imaginamos la desolación y el horror que nos puede traer, manifestó la Arquidiócesis de México.
En el editorial denominado "La violencia terrorista del Islam", publicado en el semanario católico "Desde la fe", consideró que nuestro
"No se trata de un problema entre el Occidente europeo y los países islamistas; al fondo se trata de un verdadero choque de culturas más que de religiones, y nuestro país pertenece cultural e históricamente a ese Occidente al que el Islam ha declarado la guerra", resaltó.
En su opinión, los horrendos hechos terroristas de París nuevamente vuelven a provocar una reflexión seria y profunda sobre el Islam y las miles de víctimas fatales que se han registrado en los años de lucha contra el horror "en nombre de Dios".
De ahí que la Iglesia Católica capitalina externó que se abre el tema para ofrecer algunas observaciones a fin de reflexionar sobre el origen del odio y la violencia en nombre de Dios, que proviene de los fundamentalistas que abrazan la más joven creencia monoteísta en la historia de la Humanidad, aglutinadora de más de 1,000 millones de personas que juran sumisión a Dios, fidelidad al Profeta y obediencia a lo que, dicen, es palabra revelada: el Corán.
El Islam basó su expansión en la conquista violenta que choca con la comprensión de una religión de paz: Jihad, sometimiento de los "infieles", terrorismo contra los "enemigos", el integrismo radical que pervierte la religión y que arroja miles de muertos, vulnerando la seguridad de cualquier Estado, reflexionó.
Es el reflejo de lo que se llama antidemocracia del extremismo, que pone al mundo en una posición de catástrofe a resolverse con los mismos métodos. Al terrorismo cuerpo a cuerpo, se le aplica una alta dosis de guerra con sofisticadas máquinas de destrucción que amplían el círculo vicioso.
En el célebre discurso de Ratisbona de 2006, injustamente criticado por la opinión pública y por los medios de comunicación, el Papa emérito Benedicto XVI dio una lección magistral sobre el papel de la fe y la razón en la civilización occidental. Citando las controversias en los diálogos del emperador bizantino Manuel Paleologo, el Papa teólogo quiso ilustrar sobre la irracionalidad de la guerra santa que afronta las estructuras contenidas en la Biblia o el Corán.
Ese capítulo en la historia del imperio bizantino, muestra cómo cualquier violencia en nombre de Dios conmueve la razón de ser de la religión y aniquila cualquier diálogo para convencer a las almas racionales. Tristemente, ante el terror que se ha desatado, Occidente tiene que aceptar con toda humildad que el Papa tenía razón.
La Arquidiócesis se cuestionó: ¿cómo podemos explicar que el Islam no hunde sus raíces en la violencia cuando vemos que sus líderes y jefes se deslindan, a regañadientes, de esos actos de barbarie diabólica, y no se atreven a hacer una condena contundente?
En Francia, país generoso y tolerante, viven más de 5.000,000 de musulmanes, ¿por qué no hemos visto una marcha multitudinaria condenando sin regateos el atentado que ha llenado de luto a esa noble nación, que con tanta generosidad los ha acogido, y que ha causado un dolor y una pena irreparable para las familias que perdieron a sus seres queridos"
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