Por: Antonio de Marcelo
Una vez más el pueblo de Iztapalapa cumplió su manda con el Señor de la Cuevita que les salvó de la peste hace más de siglo y medio, al haber llevado a cabo la CLXIX representación de la Pasión y Muerte de Jesús, un hombre que fue sentenciado a muerte por un grupo de fariseos que pidieron su crucifixión. Lo acusaron de sedición, decirse hijo de Dios, asegurar que podría destruir un templo y levantarlo en tres días, Pilatos quiso salvarlo, al final sólo se lavó las manos y dejó su suerte en manos del pueblo Jjudío.
Así lo hicieron en Iztapalapa vecinos de los ocho barrios, que de nueva cuenta cumplieron con esta misión de representar la Pasión y Muerte de Jesús por las calles de esta zona, al oriente de la capital del país, donde la fe hizo de nuevo el milagro de convertirse por unas horas en el pueblo de Jerusalén.
Unas horas, en que esta demarcación fue vista por millones en México y el mundo que estuvieron atentos a los movimientos y diálogos de hombres y mujeres que vestidos muy a la época tuvieron sus diálogos al punto mientras se desenvolvían en estos escenarios montados en el Plaza Cuitláhuac.
Miles que querían ver pasar a David López Dominguez, que esta vez tuvo la suerte de ser el Jesús, papel que representó con tal naturalidad que la gente incluso se persignaba a su paso, mientras era arrastrado por soldados romanos rumbo a un juicio que le conduciría al Gólgota.
Fue al mediodía que lo sacaron de prisión para llevarlo frente a Pilatos, que aconsejado por su esposa Claudia dijo no hallar delito en este hombre, mientras los fariseos se desgarraban las vestiduras y exigían no sólo un castigo ejemplar, sino incluso llevarlo a la cruz.
Una a una fueron presenciadas las escenas bíblicas con absoluto respeto por la población de Iztapalapa, así como los visitantes, que desde las gradas colocadas alrededor de la plaza pudieron escuchar y observar cómo Poncio Pilatos ordenó que fuera azotado 40 veces.
Los azotes ocurrieron en el centro de esta plaza, justo sobre un templete, donde los soldados romanos reían a carcajadas mientras le daban el castigo e incluso colocaron una corona de espinas y le dieron un cetro al decirte "ahora si ya eres rey".
Ya con Pilatos de nuevo, él simplemente pidió un balde con agua y lavó sus manos para asegurar que no sería responsable, por lo que fue entregado a los soldados con una orden de ser llevado a la cruz, como fue pregonado por las calles de esta Vía Dolorosa, mientras los vecinos esperaban ansioso el paso del Jesús y la guardia pretoriana que le azotaba mientras avanzaba.
En este trance, el Jesús de Iztapalapa tuvo que cargar una cruz de unos 90 kilogramos de pesos, que fue hecha especialmente para él.
El paso de este joven fue visto desde azoteas, ventanas, balcones, marquesinas y banquetas, donde la gente se acomodó para ver cómo arrastraba el madero, hasta que cayó por primera vez, aunque fue levantado con azotes para continuar la penosa marcha bajo un cielo que pregonaba lluvia, aunque sólo se sentía un ligero airecillo y no el sol a plomo de otros años.
En la calle Cuauhtémoc ocurrió lo que fue la segunda caída. Ahí ya estaba ahí su madre, a quien permitieron acercarse y darle a beber agua, mientras lloraba desconsoladamente, lo que puso caras tristes entre los ahí presentes, muchos de ellos mayores, que con total respeto y atención esperaron el recorrido.
María Fernanda, al ver a su hijo preguntó dónde había estado, pero él respondió "no he dejado de verte, bendita seas entre todas las mujeres".
Fue tras la tercera caída de este tormento, que al limpiar su rostro ocurre el milagro en que su rostro queda grabado en la tela, aunque esto no detuvo el traslado, en que Simón se acerca a ayudarle con la pesada cruz por algunos metros.
COMO SIEMPRE, LA POLICIA SE ENFRENTA A LA GENTE
Tras la tercera caída de este evento, y como cada año, la policía de la Secretaría de Seguridad Pública del Distrito Federal (SSP) fue colocada en la esquina de Ermita y Estrella, lo que hizo difícil el avance, y para no variar de nueva cuenta el enfrentamiento entre los vecinos que acompañaban al Jesus y los policías ocurrió de nuevo.
En medio de todo esto tuvo que caminar el Jesús de Iztapalapa que difícilmente podía arrastrar la enorme cruz, mientras los elementos de seguridad se mostraban incapaces de controlar el paso, ya que cientos de personas iban como cada año con su cruz acompañando al Jesús.
Los más vivos y que ya saben cómo es cada año, se adelantaron para encontrar un buen lugar desde donde poder ver el momento cumbre de la crucifixión.
Una vez más el pueblo de Iztapalapa cumplió su manda con el Señor de la Cuevita que les salvó de la peste hace más de siglo y medio, al haber llevado a cabo la CLXIX representación de la Pasión y Muerte de Jesús, un hombre que fue sentenciado a muerte por un grupo de fariseos que pidieron su crucifixión. Lo acusaron de sedición, decirse hijo de Dios, asegurar que podría destruir un templo y levantarlo en tres días, Pilatos quiso salvarlo, al final sólo se lavó las manos y dejó su suerte en manos del pueblo Jjudío.
Así lo hicieron en Iztapalapa vecinos de los ocho barrios, que de nueva cuenta cumplieron con esta misión de representar la Pasión y Muerte de Jesús por las calles de esta zona, al oriente de la capital del país, donde la fe hizo de nuevo el milagro de convertirse por unas horas en el pueblo de Jerusalén.
Unas horas, en que esta demarcación fue vista por millones en México y el mundo que estuvieron atentos a los movimientos y diálogos de hombres y mujeres que vestidos muy a la época tuvieron sus diálogos al punto mientras se desenvolvían en estos escenarios montados en el Plaza Cuitláhuac.
Miles que querían ver pasar a David López Dominguez, que esta vez tuvo la suerte de ser el Jesús, papel que representó con tal naturalidad que la gente incluso se persignaba a su paso, mientras era arrastrado por soldados romanos rumbo a un juicio que le conduciría al Gólgota.
Fue al mediodía que lo sacaron de prisión para llevarlo frente a Pilatos, que aconsejado por su esposa Claudia dijo no hallar delito en este hombre, mientras los fariseos se desgarraban las vestiduras y exigían no sólo un castigo ejemplar, sino incluso llevarlo a la cruz.
Una a una fueron presenciadas las escenas bíblicas con absoluto respeto por la población de Iztapalapa, así como los visitantes, que desde las gradas colocadas alrededor de la plaza pudieron escuchar y observar cómo Poncio Pilatos ordenó que fuera azotado 40 veces.
Los azotes ocurrieron en el centro de esta plaza, justo sobre un templete, donde los soldados romanos reían a carcajadas mientras le daban el castigo e incluso colocaron una corona de espinas y le dieron un cetro al decirte "ahora si ya eres rey".
Ya con Pilatos de nuevo, él simplemente pidió un balde con agua y lavó sus manos para asegurar que no sería responsable, por lo que fue entregado a los soldados con una orden de ser llevado a la cruz, como fue pregonado por las calles de esta Vía Dolorosa, mientras los vecinos esperaban ansioso el paso del Jesús y la guardia pretoriana que le azotaba mientras avanzaba.
En este trance, el Jesús de Iztapalapa tuvo que cargar una cruz de unos 90 kilogramos de pesos, que fue hecha especialmente para él.
El paso de este joven fue visto desde azoteas, ventanas, balcones, marquesinas y banquetas, donde la gente se acomodó para ver cómo arrastraba el madero, hasta que cayó por primera vez, aunque fue levantado con azotes para continuar la penosa marcha bajo un cielo que pregonaba lluvia, aunque sólo se sentía un ligero airecillo y no el sol a plomo de otros años.
En la calle Cuauhtémoc ocurrió lo que fue la segunda caída. Ahí ya estaba ahí su madre, a quien permitieron acercarse y darle a beber agua, mientras lloraba desconsoladamente, lo que puso caras tristes entre los ahí presentes, muchos de ellos mayores, que con total respeto y atención esperaron el recorrido.
María Fernanda, al ver a su hijo preguntó dónde había estado, pero él respondió "no he dejado de verte, bendita seas entre todas las mujeres".
Fue tras la tercera caída de este tormento, que al limpiar su rostro ocurre el milagro en que su rostro queda grabado en la tela, aunque esto no detuvo el traslado, en que Simón se acerca a ayudarle con la pesada cruz por algunos metros.
COMO SIEMPRE, LA POLICIA SE ENFRENTA A LA GENTE
Tras la tercera caída de este evento, y como cada año, la policía de la Secretaría de Seguridad Pública del Distrito Federal (SSP) fue colocada en la esquina de Ermita y Estrella, lo que hizo difícil el avance, y para no variar de nueva cuenta el enfrentamiento entre los vecinos que acompañaban al Jesus y los policías ocurrió de nuevo.
En medio de todo esto tuvo que caminar el Jesús de Iztapalapa que difícilmente podía arrastrar la enorme cruz, mientras los elementos de seguridad se mostraban incapaces de controlar el paso, ya que cientos de personas iban como cada año con su cruz acompañando al Jesús.
Los más vivos y que ya saben cómo es cada año, se adelantaron para encontrar un buen lugar desde donde poder ver el momento cumbre de la crucifixión.
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