Patricia Carrasco
Gabriel García Márquez nos dejó un Jueves Santo entre una luna roja, una granizada épica y un temblor de miedo, digno marco cósmico para el inventor y cronista de la realidad mágica de Latinoamérica, aseguró el presidente de Conaculta, Rafael Tovar y de Teresa, durante el homenaje nacional realizado en el Palacio de Bellas Artes.
Ante los presidentes de México, Enrique Peña Nieto, y de Colombia, Juan Manuel Santos, Tovar y de Teresa manifestó que Gabo fue un hombre feliz, que gustaba de la música, del concierto y la música popular.
Junto a la familia de García Márquez recordó que a él no le gustaban los discursos, ya que los consideraba como el más terrorífico en los compromisos humanos.
Gabriel García Márquez, quien nació el 6 de marzo de 1927 en Aracataca, Colombia, y murió en la ciudad de México el pasado 17 de abril a los 87 años de edad, tuvo dos patrias; Colombia, México y el idioma español.
Al aceptar la Orden del Aguila Azteca, en 1982, García Márquez dijo. no es una segunda patria, sino una patria distinta que se me ha dado sin condiciones y sin disputarle a la mía propia elamor y la felicidad que le profeso y la nostalgia con que me lo reclama sin tregua, recordó el titular de Conaculta.
"Aquí Gabo pudo ser, sin celos ni exigencias, en perfecta concordia colombiano y mexicano, y así lo honramos hoy. Celebramos al escritor que siempre tuvo presente su infancia, ese gran asombro de ojos desorbitados de la realidad que vivió de niño y que jamás se fue".
El Premio Nóbel de Literatura fue un ejemplo de vida, vivía a plenitud y armonía que logró con su familia, porque tuvo una familia extraordinaria, una esposa excepcional que lo acompañó, desde 1958 como dicen las reglas sociales, en lo próspero y en lo adverso.
Ante los cientos de personas que se dieron cita en el homenaje subrayó: "lo recibimos hoy, en el Palacio de Bellas Artes, el emblema artístico de México. Aquí en su casa mexicana, con un pie en su infancia de Colombia, redactó "Cien Años de Soledad", escrito con dos dedos índices y usando las 28 letras del alfabeto como todo arsenal".
El libro ha rebasado ya por mucho el millón de ejemplares, las cifras subrayan nuestra hambre de leer de historias en las que nos reconozcamos; pero, también, al mismo tiempo, algo más sencillo y más fecundo, que Macondo es ya parte de nuestra conversación cotidiana, de nuestros sueños y esperanzas, de nuestras vidas reales.
Gabriel García Márquez nos dejó un Jueves Santo entre una luna roja, una granizada épica y un temblor de miedo, digno marco cósmico para el inventor y cronista de la realidad mágica de Latinoamérica, aseguró el presidente de Conaculta, Rafael Tovar y de Teresa, durante el homenaje nacional realizado en el Palacio de Bellas Artes.
Ante los presidentes de México, Enrique Peña Nieto, y de Colombia, Juan Manuel Santos, Tovar y de Teresa manifestó que Gabo fue un hombre feliz, que gustaba de la música, del concierto y la música popular.
Junto a la familia de García Márquez recordó que a él no le gustaban los discursos, ya que los consideraba como el más terrorífico en los compromisos humanos.
Gabriel García Márquez, quien nació el 6 de marzo de 1927 en Aracataca, Colombia, y murió en la ciudad de México el pasado 17 de abril a los 87 años de edad, tuvo dos patrias; Colombia, México y el idioma español.
El Premio Nóbel de Literatura fue un ejemplo de vida, vivía a plenitud y armonía que logró con su familia, porque tuvo una familia extraordinaria, una esposa excepcional que lo acompañó, desde 1958 como dicen las reglas sociales, en lo próspero y en lo adverso.
Ante los cientos de personas que se dieron cita en el homenaje subrayó: "lo recibimos hoy, en el Palacio de Bellas Artes, el emblema artístico de México. Aquí en su casa mexicana, con un pie en su infancia de Colombia, redactó "Cien Años de Soledad", escrito con dos dedos índices y usando las 28 letras del alfabeto como todo arsenal".
El libro ha rebasado ya por mucho el millón de ejemplares, las cifras subrayan nuestra hambre de leer de historias en las que nos reconozcamos; pero, también, al mismo tiempo, algo más sencillo y más fecundo, que Macondo es ya parte de nuestra conversación cotidiana, de nuestros sueños y esperanzas, de nuestras vidas reales.
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