J. Adalberto Villasana
"Lo único malo de la muerte, es que es para siempre", expresó Gabriel García Márquez; ayer la fiesta se acabó para él y se apagó el patriarca de Macondo, pero su realismo mágico iluminará por siempre.
A los 87 años de edad, casi recién cumplidos, falleció Gabriel García Márquez, uno de los escritores más relevantes del siglo XX. Ganador del Premio Nóbel de Literatura en 1982 con la más representativa de sus más de 60 obras: "Cien Años de Soledad".
Su natal Aracataca, del norte de Colombia, está de luto, al igual que el mundo entero. Su obra "Cien Años de Soledad" ha sido traducida a 35 idiomas y se han vendido más de 30.000,000 de ejemplares.
Fue un revolucionario del lenguaje, que incendió el I Congreso Internacional de la Lengua Española, celebrado en Zacatecas, México, en 1997, cuando llamó a jubilar la ortografía, "porque nadie va a confundir revólver con revolver". Propuso liberar al lenguaje de sus "fierros normativos". Pero nunca propuso desaparecer la ortografía, sino que llamó a romper el círculo vicioso de que la gente no escribe por la mala ortografía, y tiene mala ortografía porque no escribe, su llamado fue a que todos redactaran más allá de las reglas.
Como si se tratara de una de sus novelas, el padre del realismo mágico murió en Jueves Santo, fecha en la que el pueblo católico realiza la Visita de las 7 Casas, y se recuerda la Ultima Cena de Jesucristo. La víspera de la crucifixión.
Y como si anticipara el momento, en el prólogo de "Doce Cuentos Peregrinos" escribió: "soñé que asistía a mi propio entierro, a pie, caminando entre un grupo de amigos vestidos de luto solemne, pero con un ánimo de fiesta. Todos parecíamos dichosos de estar juntos. Y yo más que nadie, por aquella grata oportunidad que me daba la muerte para estar con mis amigos de América Latina, los más antiguos, los más queridos, los que no veía desde hacía más tiempo. Al final de la ceremonia, cuando empezaron a irse, yo intenté acompañarlos, pero uno de ellos me hizo ver con una severidad terminante que para mí se había acabado la fiesta. 'Eres el único que no puede irse', me dijo. Sólo entonces comprendí que morir es no estar nunca más con los amigos".
Hijo de Gabriel Eligio García, telegrafista y luego boticario, así como de Luisa Santiaga Márquez Iguarñan; fue el mayor de 11 hermanos y pasó sus primeros años de vida con sus abuelos maternos.
Estudió derecho en la Universidad de Bogotá, y la suya fue una vida de fantasía, como sus novelas, la cual dejó plasmada en su obra autobiográfica: "Vivir para Contarla".
Cuando empezó a publicar algunos cuentos en periódicos de ese país abandonó su formación universitaria para dedicarse al periodismo y la literatura.
En 1955, con su cuento "Un día después del Sábado", ganó el concurso de la Asociación de Escritores y Artistas.
Luego publicó su primera novela, "La Hojarasca", en la que dejó ver lo que sería parte de su obra posterior.
En 1955 comenzó un periplo entre Europa y América. Convivió estrechamente con los autores del boom latinoamericano durante su estancia en París. Por aquella época escribió "El Coronel no Tiene Quien le Escriba", que salió a la luz en 1958 y su primera edición, como libro, se realizó hasta 1961.
"Lo único malo de la muerte, es que es para siempre", expresó Gabriel García Márquez; ayer la fiesta se acabó para él y se apagó el patriarca de Macondo, pero su realismo mágico iluminará por siempre.
A los 87 años de edad, casi recién cumplidos, falleció Gabriel García Márquez, uno de los escritores más relevantes del siglo XX. Ganador del Premio Nóbel de Literatura en 1982 con la más representativa de sus más de 60 obras: "Cien Años de Soledad".
Su natal Aracataca, del norte de Colombia, está de luto, al igual que el mundo entero. Su obra "Cien Años de Soledad" ha sido traducida a 35 idiomas y se han vendido más de 30.000,000 de ejemplares.
Fue un revolucionario del lenguaje, que incendió el I Congreso Internacional de la Lengua Española, celebrado en Zacatecas, México, en 1997, cuando llamó a jubilar la ortografía, "porque nadie va a confundir revólver con revolver". Propuso liberar al lenguaje de sus "fierros normativos". Pero nunca propuso desaparecer la ortografía, sino que llamó a romper el círculo vicioso de que la gente no escribe por la mala ortografía, y tiene mala ortografía porque no escribe, su llamado fue a que todos redactaran más allá de las reglas.
Como si se tratara de una de sus novelas, el padre del realismo mágico murió en Jueves Santo, fecha en la que el pueblo católico realiza la Visita de las 7 Casas, y se recuerda la Ultima Cena de Jesucristo. La víspera de la crucifixión.
Y como si anticipara el momento, en el prólogo de "Doce Cuentos Peregrinos" escribió: "soñé que asistía a mi propio entierro, a pie, caminando entre un grupo de amigos vestidos de luto solemne, pero con un ánimo de fiesta. Todos parecíamos dichosos de estar juntos. Y yo más que nadie, por aquella grata oportunidad que me daba la muerte para estar con mis amigos de América Latina, los más antiguos, los más queridos, los que no veía desde hacía más tiempo. Al final de la ceremonia, cuando empezaron a irse, yo intenté acompañarlos, pero uno de ellos me hizo ver con una severidad terminante que para mí se había acabado la fiesta. 'Eres el único que no puede irse', me dijo. Sólo entonces comprendí que morir es no estar nunca más con los amigos".
Hijo de Gabriel Eligio García, telegrafista y luego boticario, así como de Luisa Santiaga Márquez Iguarñan; fue el mayor de 11 hermanos y pasó sus primeros años de vida con sus abuelos maternos.
Estudió derecho en la Universidad de Bogotá, y la suya fue una vida de fantasía, como sus novelas, la cual dejó plasmada en su obra autobiográfica: "Vivir para Contarla".
En 1955, con su cuento "Un día después del Sábado", ganó el concurso de la Asociación de Escritores y Artistas.
Luego publicó su primera novela, "La Hojarasca", en la que dejó ver lo que sería parte de su obra posterior.
En 1955 comenzó un periplo entre Europa y América. Convivió estrechamente con los autores del boom latinoamericano durante su estancia en París. Por aquella época escribió "El Coronel no Tiene Quien le Escriba", que salió a la luz en 1958 y su primera edición, como libro, se realizó hasta 1961.
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